Día 30.

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— Acabas de perder a dos chicas en un día — comenta Jack, mientras me sirve vodka — Ni siquiera te quedaste con el premio de consuelo — se burla — ¿Qué jugadas haces? Para no hacer lo mismo.

— Eso es lo que pasa Jack, el Matías que jugaba desapareció.

— ¿Qué te paso Matías? Antes eras chévere — imita a Bart Simpson.

Lanzo una carcajada.

— Sabía que te encontraría aquí — habla una chica a mis espaldas. Me doy la vuelta para mirarle.

Agata.

— Quiero decir que lo siento.

— Eso no deberías decírmelo a mi.

— Lo sé, pero ya me disculpe con Lily.

— ¿Te perdonó?

— Sí — se acerca más a mí —. Lamento hacerte discutir con ella.

— No te preocupes, ya luego lo solucionaré — sonrío —. Ahora dime Agata ¿Por qué terminaron esta vez con tu exnovio?

Ella toma mi vaso de la barra y bebe un poco de el.

— A veces hay cosas que me pasan que ni siquiera entiendo — se sincera —. Lo amo con todo mi corazón pero cuando estoy con él no puedo ser realmente yo — suspira — pero cuando estoy contigo, la verdadera Agata se muestra sin problemas.

— ¿Y eso es malo?

Asiente.

— Dime porqué.

— Ya te lo dije, Matías.

— Dilo de nuevo — insisto.

— Eres demasiado bueno para mí.

Me bebo todo el líquido de mi vaso, puede sentir el sabor amargo bajar por mi garganta.

— Si quieres que cambie puedo hacerlo — la tomo de las manos — Pídeme lo que quieras.

Ella niega un par de veces.

— No se trata de que tú cambies, Mati.

— Entonces ¿qué?

— Necesito que vuelvas a ser el tipo que eras antes, ese idiota que rompía corazones sin importar lo que esas pobres chicas sintiesen.

— ¿Por qué quieres eso?

No la entiendo.

— Porque así serías bueno para mi — finge una sonrisa.

— ¿Estarías dispuesta a compartirme con las demás?

Se encoje de hombros.

— Si que estas loca, ahora entiendo porque tu novio...

— Ex novio — me interrumpe.

— Lo que sea, ahora entiendo porque hace lo que quiere contigo— frunzo el ceño — ¿Sabes lo que pasa contigo?

— ¿Qué?

— Que no te quieres ni lo más mínimo.

— ¡Tú no sabes nada de mi! — exclama alterada.

¡Por qué tiene que ser tan extraña!

— ¡Haz lo que te pido y punto!

— ¡¿Eso es lo qué quieres?! — Grito — ¡Entonces seré el hijo de puta que quieres que sea!

— ¡Bien!

— ¡Bien! — me levanto del taburete. Y la dejo sola con sus tontas ideas.

Cien días con Agata © | PA#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora