Día 83.

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— ¿Recuerdas nuestra primera cita? — le pregunto.

— Como no, fue un desastre — se ríe.

— Fuiste la primera chica que me rechazó.

— Prometo que no cometeré ese error otra vez — me mira con esos ojos color miel tan perfectos.

— Eso espero — tomo sus manos y las acaricio — mientras tanto quiero disfrutar de este sol y la brisa del mar a tu lado sin tener que alejarme de ti — beso sus delicados dedos.

Ella suspira.

— ¿Qué pasa?

— Solo que no había dimensionado lo perfecto que podías llegar a ser, a veces me arrepiento de lo tonta que fui.

— Una parte de mi, está feliz de que fueras una tonta.

— ¿Por qué?

— Porque si hubieras sido igual que las demás no me habría enamorado de ti.

Ella me mira con cierta ternura.

— Solo espero no dañarte, Mati — baja la mirada.

— ¿Por qué dices eso?

Levanto su rostro para poder ver en sus ojos a que se refiere. Ella toma aire y su mirada refleja un poco de tristeza.

— No lo digo por nada especial, pero nunca se sabe lo que pueda pasar — suelta el aire que ha inspirado —. Un día puedes amar con locura a alguien y al otro solo quieres alejarte.

— Eso no nos pasará — sonrío —. Lo nuestro es lo más hermoso que he vivido.

— Porque es la única vez que te has enamorado, Matías.

— ¿Y eso qué? Estaré contigo el resto de mi vida.

Ella niega con la cabeza.

— Nada en la vida es para siempre, algún día tendrá que llegar el final.

¿Qué le esta pasando? ¿Por qué aparece con su repentina negatividad?

— Bueno si nada es para siempre, aprovecharé el resto de los días que nos quedan juntos.

— ¿Cada día como si fuera el último? — intenta sonreír.

Asiento y beso sus labios hasta que nos quedamos sin aire.

Intento tranquilizarme y no pensar en el por qué de sus palabras, en el fondo sé que algo va mal o que algo va acabar muy mal. 

Cien días con Agata © | PA#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora