Día 85.

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— ¿A dónde me llevas? — curiosea con emoción.

— A nuestro lugar favorito.

Continúo caminado sin soltarle la mano, porque si lo hago ella caería al suelo producto de que sus ojos estaban vendados. La llevo hasta el lugar que tenía listo con un par de velas, una botella de vino blanco y dos copas. Me siento sobre la manta y le ayudo a sentarse. Retiro la venda de sus ojos para que pueda ver lo que le tengo preparado.

Sus ojos se vuelven vidriosos y la sonrisa que hace segundos ha tenido en su rostro ha desaparecido.

Tomo la botella y el par de copas para servir el amargo líquido, le entrego una y yo me quedo con la otra.

— Por nuestro amor — levanto la copa.

Ella solo sonríe y le da un pequeño golpecito a mi copa con la suya.

Bebimos del amargo y dulce trago.

— Por lo bien que me has hecho todo este tiempo — su voz se quiebra — Eres la persona más maravillosa que he conocido — toma aire — y no quiero que pierdas a las personas que amas por mi culpa.

— No las perderé — dejo las copas de ambos a un lado, para poder juntar sus manos con las mías — solo tengo que aprender a dividir mis tiempos.

— Tienes que comenzar hacerlo ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Entrecierro los ojos.

— ¿Te pasa algo?

Niego con la cabeza.

— Dímelo, Agata.

Ella intenta hacer su sonrisa más real, pero aun así a sus ojos no llega.

— No pasa nada — acaricia mi mejilla — Te amo ¿sabes?

— También te amo, preciosa. 

Cien días con Agata © | PA#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora