Día 53.

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— Ha sido genial — apoya su cabeza en mi pecho —. Tanto, que nos hemos olvidado de la cena.

— La podríamos comer de desayuno.

— Buena idea.

Nos quedamos en silencio por largo rato. Acaricio su espalda desnuda, siento lo suave de su piel bajo mi tacto.

— Agata — rompo el silencio.

— Dime.

— ¿Quieres ser mi novia? — pregunto sin pensármelo. Ella me mira confundida, pero luego esboza una gran sonrisa.

— Si — responde emocionada. 

Cien días con Agata © | PA#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora