Día 25.

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A Lily se le había ocurrido la maravillosa idea de una tercera cita con Agata, obviamente con lo tonto que soy acepté, sus palabras me llegaron al corazón.

Siempre estuve acostumbrado a que las cosas se me dieran fáciles con las mujeres, y porque ahora no me estén funcionando con Agata como me gustaría, siento la necesidad de escapar. Pero como dice mi mejor amiga tengo que aprender a valorar las cosas difíciles.

— ¿A dónde me llevaras? — pregunta Agata.

— No sé, dime tú — me encojo de hombros.

— Me gustaría ir a mirar las estrellas.

— Entonces iremos hacia allá.

La llevo a un mirador que se encuentra en lo alto de un cerro, nos bajamos de mi auto y nos sentamos sobre el capot de este. Ella se recuesta sobre él y yo hago lo mismo, nuestro cuerpos de rozan y un escalofrío estremece mi cuerpo.

Agata toma mi mano para entrelazar nuestros dedos.

— Matías...

No pudo evitar sonreír al escucharla decir mi nombre.

— ¿Qué pasa?

Giramos nuestras cabezas al mismo tiempo para poder mirarnos a los ojos.

— Sabiendo que iba a doler — toma aire — ¿me hubieses amado?

Dudo por unos momentos.

¿La hubiese amado? Es algo que nunca me había preguntado.

— No lo sé, Agata.

Ella sonríe.

— Pero solo me bastó una mirada para saber que me había enamorado de ti.

Cien días con Agata © | PA#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora