Día 33.

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— No me gustas.

— Tú tampoco me gustas, pero has alucinado con la idea desde la primera vez que te hable — miento.

— Eres un idiota.

— Lo sé.

— Te odio.

— ¿De verdad?

Ella asiente sin mirarme a los ojos.

— No te creo.

— Piensa lo que quieras — frunce el ceño.

Comienzo a caminar.

— ¿A dónde vas? — siento sus pasos siguiendo los míos.

— No puedo dejarte caminar junto a la persona que odias.

Se detiene. Avanzo un poco más y me giro sobre mis pies.

— ¿Qué querías Agata? — Pregunto — ¿Querías que siempre fuera el estúpido que se desviva por ti?

Ella se encoge de hombros.

— Solo quería que volvieras a ser tú, Matías — me mira a los ojos —. Nadie puede cambiar su forma de ser por alguien.

— ¡Yo no cambié! Solo quise ser bueno para ti.

— Lo fuiste, Mati — sonríe — ¿Qué parte no entiendes que yo no lo puedo ser para ti?

— Deberías de darte la oportunidad.

— No quiero — se cruza de brazos.

— ¡Entonces deja de buscarme!

Cien días con Agata © | PA#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora