Día 29.

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— Me llegó un rumor — susurra Lily. La miro, pero no quise decir nada solo me digne a beber líquido de mi botella.

— Agata está soltera.

Lanzo todo el líquido que tenía dentro de mi boca directamente al suelo.

— ¿Hablas en serio?

Ella asiente.

— Justo cuando ayer me dijo que...

Mejor me quedo callado.

— ¿Qué te dijo? — quiere saber.

— Nada importante.

— Mati... — me mira con sospecha — dime la verdad.

— Dijo que debería corresponderte.

Lily abre la boca para hablar pero las palabras no salieron.

— También me dijo que ella no es buena para mi, que nunca me va ha querer como yo la quiero.

Mi amiga traga saliva, pero no me dice nada porque Agata se esta acercando a nosotros.

— Hola — nos saluda cabizbaja.

— Ya lo sabemos — comenta mi amiga.

— Que rápido vuelan las noticias.

— ¿Vienes a que Matías te consuele? — pregunta Lily, está un poco molesta. Agata la mira sorprendida ante su tono de voz.

— Te voy a decir una cosa Agata — le apunta con el dedo —. Este idiota — me señala — puede ser tu pañuelo de lágrimas o todo lo que quieras, pero eso no quiere decir que te puedas burlar de él.

La miro sorprendido, ver a Lily enfadada siempre es algo nuevo.

— No me quiero burlar de Matías, pero sé porque me dices todo esto, Lily.

— ¿Por qué?

— Porque te mueres de celos al saber que al chico que amas este enamorado de otra.

Trago saliva nervioso, es un golpe bajo. Lily la mira con una intensidad que en cualquier momento le saca la nariz de un mordisco.

— Agata, tienes que irte — le pido. Con lo que acabo de hacer quizás me arrepienta el resto de mi vida.

— ¿Cómo? — pregunta confundida.

— Que te vayas — hago un esfuerzo por decir esas tres palabras que tal vez me condenan a perderla.

Por la expresión de su cara se puede ver que está desconcertada, quizás no se esperaba que eligiera a Lily por encima de ella. Se da la vuelva y camina en dirección contraria a nosotros sin decir nada.

— Gracias Matías — dice Lily, tocando mi hombro con una de sus manos —. Pero sé que te mueres de ganas por salir corriendo tras ella.

Su voz suena triste.

— Tienes razón — me volteo para mirarla —. Pero las chicas pasan y los amigos quedan — finjo una sonrisa — siempre te voy a elegir por encima de cualquier chica, pero eso no quiere decir que entre tú y yo exista un nosotros.

Una capa de agua se posa en sus ojos.

— Quizás deberías irte con ella, Matías.

Cien días con Agata © | PA#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora