La Resistencia. (Duología Inmortal.)

Olor a Fresas.

Caleb.

Estaba tomando el té con la pequeña nuevamente. Sabía que me veía ridículo tomando en tacitas pequeñas, sentado en mini sillas, cortando mini postres, pero todo valía la pena si ella sonreía.

Isabella empezó a sevirme una rebanada de pastel.

- ¿Elizabeth? - preguntó sin mirarme.

- Ya se fue a su casa. - dije

Ella me miró.

- No mientas Caleb. - dijo.

Se sentó y siguió mirándome. Hay estaba esa mirada en forma retadora que me dominaba.

Suspire.

- Ya no esta. - dije.

- ¿La mataste? - preguntó aún sin apartar la mirada.

¿Que podía decirle? Era una niña. No podía decirle que la maté, pensará que soy lo peor de este mundo.

- Si. - respondí e inmediatamente me maldije por no mentirle.

La miré asustado, ella seguía mirándome igual.

- ¿Me odias? - pregunté.

Ella negó con la cabeza.

Me bajó algo.

- Si lo hiciste por algo será, pero no te odio. Eres mi amigo y no tengo por que odiarte. - dijo

No se que me dolió más, si la palabra amigo que salió de su boca o su bondad ante mi.

Suspire.

- Gracias. - fue lo único que pude decir.

Empecé a comer el mini pastel. Esto era una locura. No se como haría para que ella me aceptara cuando creciera. No quería que me viera como un amigo pero debía aceptar esto mientras ella crecía.

- ¿Por que estas triste? - preguntó.

Levanté la vista y la fije en sus pequeños ojos cafés. Sin darme cuenta salió una lágrima.

Ella se levantó inmediatamente y me abrazó. Yo aún estaba sentado por lo que ella pudo abrazarme bien.

Mi cuerpo se sintió tan tranquilo con su toque... ¿Por que tenías que ser tan pequeña? ¿Por que... Todo tiene que esperar? No te quiero perder a ti...

- Caleb... - dijo mi nombre.

Eso me dolió más, mi nombre salir de ella sonaba como los ángeles.

Ella se separó y empezó a limpiar mis lágrimas. Ni siquiera sabía que estaba llorando.

- ¿Por que estas triste? - volvió a preguntar.

No dije nada.

- ¿Es por Elizabeth? - preguntó.

Negué.

- Es porque amo a alguien y no puedo decírselo. - dije

Ella me miró como si fuera tonto.

- Dile entonces y ponte feliz. - me dijo.

Sonreí tristemente.