Capítulo 59

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Había pasado una semana desde que habíamos hecho el amor por última vez. La verdad es que a mí no me apetecía, y cuando a Silvia le vino la regla me alegré. No sabía qué me estaba pasando, porque a mí Silvia me seguía atrayendo igual o más que el primer día que la vi, y quererla más era imposible.

Habíamos acabado los ensayos de por la mañana e íbamos a pasar el día con Joana. Andreu estaba de entrevistas y le había dicho a Silvia que se la quedara almenos esta tarde. Alomejor Joana se venía con nosotras este fin de semana a Madrid, tenían que hablarlo.

Cuando la niña nos vio se lanzó encima nuestro y nos abrazó a las dos a la vez por el cuello. Llevaba dos trencitas monisimas que le había hecho su padre. Cuando me vio me las enseñó y me dijo que le recordaban a mi, y yo no pude evitar sonreír aún más por ello.

-¿Dónde quieres ir hoy, peque?

-A la playa

-¿A la playa? Cariño, hace mucho frío – dijo Silvia mirando a su hija extrañada.

-Jo mami, quiero ir a pasear por la playa.

Al final nos resignamos y asentimos. Fuimos a pasear por la playa de Barcelona y acabamos delante del famoso hotel Vela. La verdad es que la vista era preciosa desde allí, así que decidimos quedarnos sentadas en un banco que había y relajarnos un poco.

-Mami, ves como no hace frío – dijo la niña llamando la atención de Silvia que miraba hacia el horizonte

-Tenias razón cariño, no hace frío. – dijo ella asintiendo.

-¿Os pasa algo mamis? – preguntó Joana mirándonos a las dos

-Nada cariño, ¿por qué lo dices? – dijo Silvia mirándome de reojo.

-No os habéis dado ningún beso – dijo ella ahora mirándome solo a mí

-Cariño, porque la gente nos puede ver y aún no saben que yo y tu mami estamos juntas y nos queremos.

-¿Por qué no lo saben? No es nada malo

Miré a Silvia. Cada vez que estábamos con la niña nos hacía reflexionar de una manera que no era normal. Esta niña tenía el don de hacernos pensar hasta volvernos locas, era algo espectacular.

-Ya sabemos que no es nada malo amor, pero hay gente muy pesada que nos estaría haciendo fotos todo el rato y no podríamos ser felices – dijo Silvia acariciando la cabeza de su hija.

-Ah – dijo la niña asintiendo- cuando la gente sepa que tengo dos mamás me van a envidiar – dijo ella levantándose del banco y mirándonos – tengo hambre

Nos quedamos las dos mirando a la pequeña y alucinando. Era excepcional, de verdad. La llevamos a una parada de dulces y le compramos un gofre que se acabó en menos que canta un gallo.

A las nueve de la noche la volvimos a dejar en casa de Andreu y nos dirigimos hacia el hotel para ir a dormir para la mañana siguiente. Cuando las dos estabámos acurrucadas en la cama y en silencio, noté como Silvia me agarraba la mano.

-Cuéntame que te pasa, por favor –dijo mirándome mientras que de sus ojos resbalaban unas lágrimas

-Eh Sivia cariño, no llores – dije reincorporándome mientras le secaba las lágrimas

-Solo dímelo. ¿Me sigues queriendo?

-Silvia, pero qué pregunta es esta. Por supuesto que te sigo queriendo, cada día más.

-Entonces, ¿qué pasa?

Le conté lo de Edu y Ruth para empezar a soltarle todas mis inseguridades. Ella me miraba algo preocupada y nerviosa a la vez.

-¿Por eso no... No llegas?

-No es solo eso.... Tuve un sueño... Bueno, una pesadilla... Soñé que te cansabas de mí y que volvías a casarte con Andreu, y yo estaba delante. Soñé que intentaba impedir la boda pero estaba muda, gritaba y no salía nada de mi boca. Yo lloraba mientras os veía a vosotros dos felices con la niña, sin percatarte tú de que yo estaba allí... Tengo miedo Silvia, tengo miedo. Tengo miedo que te canses de mí y que prefieras volver con tu antigua familia. Eso me reconcome por dentro y hace que no pueda disfrutar, que me bloqueé y no sea capaz de hacer nada, casi ni de respirar. Silvia, si te pierdo, me muero. Mi vida dejará de tener sentido y podría llegar a cometer muchas locuras.

-Ana cariño – dijo Silvia llorando – nunca, escúchame, nunca me cansaré de ti. Nunca volveré con Andreu, y nunca vuelvas a pensar que podría vivir sin ti, porque la cosa no es así.

Dicho esto me abalancé sobre ella y la besé. Empecé a besar su boca como si fuera nuestro primer beso. Ana, a veces eres tonta. ¿Te ha pasado todo esto, y era tan fácil de arreglar? Solo con contarle a Silvia lo que te pasaba, había suficiente. A veces no sé cómo me las arreglo, pero cada día soy más tonta. Tengo a la mujer más espectacular del mundo a mi lado y me dedico a no compartir con ella mis inseguridades ni mis sentimientos.

Empecé a separarme de su boca y a repartir besos por su cuello mientras me deshacía de la camiseta de su pijama. Una vez fuera, me fui recreando en sus pechos hasta que me deshice del sujetador y los pude disfrutar sin ningún problema. Los pantalones los arranqué en un ataque de deseo y los rasgué, pero eso nos daba muy igual. Silvia me despojó a mí de mi camiseta cuando volví a besar su boca. Luego se reincorporó y yo me quedé sentada encima de ella. Empezó a besar mis pechos y yo quité el impedimento del sujetador entre gemidos y suspiros.

Mis pantalones y nuestras bragas no tardaron en desaparecer. Decidimos por una vez disfrutar las dos el momento y yo sentada encima de Silvia empecé a moverme juntando así nuestros centros de placer. Fue maravilloso ver cómo poco a poco nuestras caras iban cambiando conforme el placer iba aumentando de tal manera que las dos acabamos gritando al unísono el nombre de la otra.

Caímos rendidas, yo encima de ella mientras daba besos suaves en su mejilla. Era tan perfecta, pero tanto. Y era mía y solo mía.

-Bueno, problema solucionado – dijo Silvia sonriendo

-Y tan solucionando... – dije aún con la respiración ajetreada.

-Todo estaba en tu cabeza loca cariño – dijo Silvia dándome un golpe en la frente

-Ya sabes cómo soy, pienso demasiado – dije acurrucándome a su lado y abrazándome fuerte a ella

-Lo sé. Esa cabeza loca es una de las muchas cosas que me hizo enamorarme de ti.

Una vez dicho esto, me dio un beso en la cabeza y las dos cerramos los ojos. Queríamos descansar para mañana, ya había tiempo de recuperar el tiempo perdido. Yo estaba feliz, me había dado cuenta  de que pase lo que pase puedo contar con Silvia, que a parte de ser el amor de mi vida es mi mejor amiga, y sé que nunca me va a juzgar ni a dejar plantada por nada, porque eso es lo que hacemos, estamos la una para la otra siempre que haga falta, y cuando no hace falta, también estamos.

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora