Capítulo 113

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Paseábamos por las calles italianas felices como nunca lo habíamos sido. Era liberador ir por la calle con Ana cogida de la mano sin que nadie nos mirara ni comentara nada a nuestro paso. Primero visitamos el Coliseo, uno de los monumentos más importantes y reconocidos que existen hoy en día. La verdad es que era muy bonito, no sólo por la majestuosidad, sino por el ambiente que se creaba alrededor. Había paradas, gente tocando y paseando como si nada. Me encantaba ese lugar, y me encantaba aún más la compañía.

Ana llevaba a Joana en los hombros, y ella no podía ser más feliz. Yo miraba a Ana con mi hija y cada vez deseaba más tener otro hijo, un hijo del cual cuidáramos las dos desde el principio.

-Joana cariño, ¿qué tal si te bajas un momento? Me duelen hasta las pestañas.

-Jope mami, es muy chuli ir aquí arriba.

-Bueno, un ratito más - dijo Ana saltando un poco - agárrate fuerte, eh.

Sonreí porque sabía que a Ana le encantaba que Joana le llamara mami, por eso se lo consentía todo. Me acerqué un poco más a ellas y rodée mi brazo derecho al de Ana para así ir juntas.

Paseando y casi sin darnos cuenta, llegamos a la típica Fontana di Trevi. Ana por fin bajó a Joana para que así las tres pudiéramos tirar una moneda, como se tenía que hacer.

-Venga, a la de tres la tiramos - dije poniéndome de espaldas a la fuente y cogiendo la moneda con la mano derecha - uno, dos... ¡Tres!

Y las tres a la vez tiramos las monedas y Joana se puso a aplaudir. Yo me abracé a Ana por inercia y cuando me solté estaba sonriendo.

-¿Qué? - dije un poco sonrojada.

-Nada, que no esperaba que el deseo que he pedido al tirar la moneda se cumpliera tan rápido.

Sonreí de oreja a oreja y cogí su cara para acercarla a la mía para así besarla. ¿Cómo podía querer tanto a alguien? No pensaba que fuera posible llegar a este nivel, pero cada día me sorprende más, porque cada día la amo más.

-El mío también se acaba de cumplir - dijo Joana desde el suelo mirándonos.

-Pero mira que eres adorable, renacuaja - dijo Ana cociéndola en brazos y dándole un beso.

-Vosotras sois las mejores mamis del mundo - dijo ella atrayéndome hacia ellas para abrazarnos.

Si no hubiera estado en público me hubiera echado a llorar, a llorar de felicidad pura. No puedo describir lo que sentía en ese momento, pero de verdad que era algo mágico.

Sobre las siete de la tarde volvimos al hotel para ducharnos porque por la noche iríamos a dar una vuelta para ver la ciudad. Nada más llegar al hotel, Joana se tumbó en la cama y empezó a jugar con el móvil de Ana, y cinco minutos más tarde se durmió.

-Bueno... - dije acercándome a Ana lentamente - creo que mi deseo está a punto de cumplirse

-¿Cómo? - dijo Ana sin entender nada.

Cuando llegué a su altura, rodée su cintura con mis brazos y me quedé mirándola, a menos de dos centímetros. Entonces me puse un poco de puntillas para mirarla por encima, y con mi mano derecha cogí su culo y la pegué a mi.

-Ya veo... - dijo Ana entendiendo de qué iba todo. - si es tu deseo, que así sea.

Dicho esto, empezamos a besarnos sin control intentando no hacer mucho ruido, y nos mentimos en el baño. Echamos el pestillo porque mi hija es una de las personas más oportunas que existen, y encendimos la ducha.

Empecé a desnudar a Ana de una forma desgarradora, tenía sed de ella. Sin quererlo, eché a perder su falda a causa de un arrebato, pero supongo que me iba a perdonar.

Le quité los sujetadores y me recrée en sus pechos, cosa que sé que le vuelve loca. Ella se entrelazó en mi cintura pegando un bote y yo la puse contra la puerta.

-No sabes... No sabes las ganas que te tenía - dije aún besando sus pechos.

-Lo mismo digo - dijo ella disfrutando de dichos besos.

Entonces tiró de mi pelo bruscamente para atrás y empezó a besarme el cuello sin control. No sabía si llegaríamos a entrar en la ducha si seguíamos así.

Pero Ana se bajó y se puso en la ducha. Yo me quité las dos prendas que me quedaban y la imité. Entonces fui yo ahora quien se entrelazó en la cintura de Ana y empecé a besarle el cuello de nuevo. Mientras el agua caía por nuestros cuerpos, nosotras hicimos el amor con unas ganas horribles, con el desenfreno y la pasión que tanto nos caracterizaban.

-La niña se habrá despertado ya, con los berridos que pegas - dijo Ana sonriendo después de haber llegado al climax.

-Sí, claro, culpa mía siempre, porque como tú no lo disfrutas apenas...

-Hasta demasiado - dijo escurriéndose el pelo - venga, vamos que tenemos que bañarla a ella también.

Salimos del cuarto de baño sigilosamente, y al ver que seguía durmiendo plácidamente, sonreímos y respiramos hondo. Estos arrebatos de pasión no son buenos. Bueno, sí que lo son, pero no en una misma habitación con mi hija, la verdad.

Dos horas más tarde salimos de la habitación para ir a cenar fuera y ver la cuidad de noche. La verdad es que no me decepcionó, era una cosa preciosa y digna de admirar.

A la mañana siguiente, fuimos por el otro lado a pasear. Esta vez llevaba yo a Joana encima porque a Ana le dolía todo. Nos paramos en un paso de zebra, porque no sé si lo sabéis, pero el tráfico en Italia es lo peor. Van como locos y apenas miran si viene alguien, ellos tiran y ya lo que pase, pasará.

Bajé a Joana un momento y la dejé en medio de Ana y yo, y empecé a mirar a los lados para ver cuando podríamos cruzar sin morir en el intento. Cuando por fin vi una vía libre, fui en busca de la mano de Joana, pero no la encontré.

-¿Ana, y la niña? - dije entrecortada.

-¿Cómo que "y la niña"? La tenías tu - dijo Ana mirándome.

Me di la vuelta y tampoco la vi. Miré a la derecha y tampoco estaba, y a la izquierda tampoco.

-Ana, dime que esto es una broma.

Ana me miró con lágrimas en los ojos y temblando como un pollito. No, no era una broma.

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora