Capítulo 33

459 38 18
                                    

Cuando acabé de ensayar me fui al parque de detrás de plató a esperar a Silvia. Nos íbamos a nuestra nueva casa en Madrid. Sí, nuestra. No me podía creer que estaba viviendo eso. Aún así, me sabía mal por ella, ya que se lo había currado muchísimo y yo no había hecho nada. Tenía que hacer algo a lo grande, solo como lo haría ella. Al cabo de poco salió Silvia y fuimos a coger nuestras cosas al hotel. Andreu al final le había dejado sus cosas ahí, así que nos ahorramos el viaje a su casa, que en verdad fue un alivio para mí. Luego fuimos a Sants a coger el tren a Madrid.

El viaje fue genial, estuvimos hablando casi todo el rato y robándonos de vez en cuando algún beso. Aún no íbamos a decir nada para confirmarlo al público, ya que Andreu no sabía nada y Silvia quería decírselo ella misma.

Llegamos a Atocha tres horas más tarde, un poco cansadas de estar tanto rato sentadas, así que decidimos ir a tomar algo a una cafetería de por ahí.

-¿No me vas a dar ninguna pista sobre la casa? – dije yo antes de dar un sorbo a mi café.

-Pues no, no tengo intención. Quiero que sea sorpresa total. Así que cuando te diga, te vas a poner esto en los ojos, y sin quejarte. – dijo ella con una sonrisa maliciosa mientras me alargaba un pañuelo negro.

-Eres mala conmigo – dije haciendo un puchero

-Y esta noche lo voy a ser más – dijo ella guiñándome el ojo y mordiéndose el labio inferior.

Me reí ante su comentario y seguimos hablando de todo un poco. Yo y Silvia habíamos sido amigas desde mucho antes de nuestro programa y cada una sabía muy bien la vida de la otra, pero durante esos años que estuvimos un rato si y un rato no, era como un agujero negro de nuestra relación.

-Cuéntame tu secreto más bien guardado – dijo Silvia de repente mientras estábamos en el taxi

-¿Aquí? – dije yo un poco nerviosa y mirando el taxista

-¿Por qué no? Aún nos quedan 10 minutos.

No dije nada y me limité a mirarla. Recordé todo lo que había hecho durante mi vida y no tenía nada en especial que fuera un gran secreto. Todo lo demás ya lo sabía de sobras.

-No tengo Silvia, si ya lo sabes todo – dije yo un poco nerviosa ante la situación, no me gustaba mucho contar mis secretos.

-Coño Ana... A ver, déjame pensar... ¿Cuál fue la primera mujer con la que te acostaste? Sé que no fui yo, se te vio muy experimentada la primera vez.

Me quedé helada. Vale, ahí estaba mi gran secreto. Eso no lo sabía nadie, solo yo y la implicada. Si solo hubiera sido una noche no me hubiera importado contárselo, pero no fueron una ni dos, fueron muchas. Estuvimos un año viéndonos y disfrutándonos a escondidas.

-Silvia... – dije mirando al horizonte apenas sin respirar

-Ajá, allí te he pillado. – dijo riendo

-Te lo contaré cuando esté preparada, ¿vale?

Silvia hizo una cara rara pero aceptó. Me pareció ver un poco de celos en sus ojos, pero no sé. Nunca había hablado de esto con nadie y no pensaba hacerlo nunca. Con la susodicha nos llevamos bien, muy bien, cada una tomó su camino, pero aún teníamos en nuestras mentes esa preciosa relación que tuvimos tiempo atrás.

-¿Y la tuya? – dije yo para desviar la atención

-La mía fue en el instituto, una tontería. Solo por probar, ya sabes como son los adolescentes. Pero la que de verdad considero como mi primera mujer eres tú, Ana.

La miré, sonreí y cogí su mano que estaba encima de mi pierna. Joder, quería contárselo, quería que Silvia fuera mi mayor confidente y la que más supiera sobre mi, pero no me veía capaz de que esas palabras salieran de mi boca, no aún. Pero contárselo tenía que contárselo, eso estaba claro.

-Ponte ya el pañuelo - dijo de repente al ver dónde estábamos

-Bueno, porque me lo pides tú, que sino... – dije cogiendo el pañuelo de mi bolso y atándomelo delante de los ojos.

Apenas cinco minutos después, el taxista paró y nos bajamos. Silvia se encargó de coger las maletas del maletero, de pagar al taxista y de despedirse. Una vez estábamos las dos solas, me dio una maleta para que la fuera arrastrando y me cogió la mano.

Noté como había hierba debajo de mis pies, así que supuse que había un jardín. Luego tuve que subir tres escalones y Silvia hizo que me parara.

-No te muevas – dijo Silvia acariciándome la cara.

Me cogió la maleta que llevaba yo y entró en la casa. Luego vino a recogerme y cerró la puerta. Estaba muy nerviosa, pero tenía una sonrisa enorme en los labios.

-Va Silvia, que me muero de la intriga – dije yo buscando su contacto a ciegas

-Va, quítatelo, impaciente.

Me quité rápidamente el pañuelo y miré a mi alrededor. Estábamos en un salón muy acogedor, con un sofá blanco y una mesa de cristal delante, con una tele enganchada en la pared y con una estantería con algunos libros y marcos de fotos. En esos marcos de fotos habían muchas fotos nuestras, recientes y de hacía mucho tiempo. Las lágrimas no tardaron en salir de mis ojos mientras íbamos dando un tour por toda la casa.

Me enseñó una habitación para niña, donde dormiría Joana cuando estuviera con nosotras. Aún no conocía a la pequeña mucho, pero sabía que ella y yo íbamos a hacer buenas migas.

Al lado de la habitación de la niña estaba la nuestra. Había un armario con las puertas blancas y una cama en el centro con dos mesillas de noche, una en cada lado. Por la ventana se veía un parque enorme y unas casas un poco más lejos.

-¿Te gusta? – preguntó Silvia mirándome ya que no decía nada, solo tenía la boca abierta

-Me encanta – dije abalanzándome a ella y besándola como si fuera la primera vez – no te merezco – dije entre beso y beso.

-Yo sí que no te merezco a ti – dijo Silvia cogiéndome la cara entre sus manos y mirándome a los ojos.

-No digas tonterías. Mira todo lo que has planeado y todo lo que has hecho por mí. No voy a tener manera de compensártelo.

-Queriéndome cada día como lo haces ahora me sirve como compensación – dijo Silvia sonriendo y secando mis lagrimas

No dijimos nada más. Ninguna de las dos teníamos intención de hablar, almenos yo. No podía expresar con palabras lo que sentía en ese momento. Era feliz, muy feliz. La verdad es que yo no creía en el amor ni nada de eso, no hasta que conocí a Silvia. Sabía que lo nuestro iba a durar para siempre, aunque hubieran impedimentos. Pero esos impedimentos no nos pararían, y ni mucho menos nos separarían, de eso estábamos seguras las dos.

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora