Capítulo 120

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Volví a tragar saliva. La sonrisa que me dedicaba a Silvia hacia aún más difícil que salieran mis palabras, la verdad es que las tenía todas estancadas en la tráquea, no querían salir. Aún así, cogí fuerzas y en un momento de valentía, solté mi discurso.

-Sabes, hace mucho tiempo alguien me pasó un texto muy bonito que había leído. Lo leí por curiosidad, pero no entendía el significado. No lo entendía, pero cuando te conocí, cobró sentido por fin. Decía así: "Si todos los caminos llevan a Roma, ¿cómo se sale de Roma? Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida,  hará lo posible para estar en ella, aunque en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás. Y es que la vida son momentos, que ahora estoy aquí y mañana, mañana no lo sé. Así que si alguna vez quieres algo de verdad, ve a por ello sin mirar atrás, mirando al miedo a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando el niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles. Y eso es lo que hemos hecho, desde el minuto uno. Buscar lo imposible, luchar por conseguir lo que estamos consiguiendo hoy. Y es que los amigos son la familia que elegimos, y yo te elijo a ti, te elijo a ti para que seas la dueña de las arrugas que tendré en los labios de vieja, y apuesto fuerte por todos estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y tus besos, así porque sí, sin venir a cuento. Porque eres mi mejor amiga, mi confidente y mi amante, porque sin ti, no le veo sentido al latido del corazón.

Y es que en este tiempo me he dado cuenta de que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas, que tú has hecho infinito mi límite. Así que te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, por ese brillo en los ojos capaz de pelear contra un millón de tsunamis. Así que no. No sé dónde estaremos dentro de 10 años, ni sé cómo se sale de Roma. No te puedo asegurar nada, pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, yo estaré contigo. Porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida, y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.

Acabé el discurso y asentí. Ya hacía rato que Silvia estaba llorando pero aun así tenía una sonrisa en la cara. Era la cosa más preciosa del mundo y casi que no pude evitar darle un abrazo en aquel momento. Ella me lo devolvió, parecía que necesitaba ese abrazo para no derrumbarse. Nos separamos cuando el cura tosió.

-Precioso - dijo él sonriéndome - ahora es su turno. - miró a Silvia que le estaba mirando, asintió y se giró hacia mí de nuevo.

-Ana... Por fin estamos aquí... La verdad es que llevo trabajando en mis votos mucho tiempo, más del que llevamos prometidas. Pero ahora que estamos aquí... ¿Recuerdas la última vez que estuvimos aquí? ¿Recuerdas lo rotas que estábamos? Yo sí que lo recuerdo, y recuerdo que viniste a por mí sin dudarlo un solo segundo. Me perseguiste, y me alcanzaste, siempre lo haces. Hemos estado persiguiéndonos durante mucho tiempo, demasiado.... Y bueno, perseguirte ha sido lo más inteligente que he hecho en mi vida, y ser perseguida por ti ha sido mi mayor placer. Pero ahora, ya no tenemos que seguir persiguiéndonos porque nos hemos... Nos hemos atrapado. Al final, después de tanto sacrificio, dolor y lágrimas, hemos conseguido atraparnos y quedarnos en un mismo lugar las dos. Por fin hemos conseguido romper las barreras que parecían irrompibles, por fin hemos conseguido ser libres. Sabes Ana, eres una mujer confusa, irracional e impulsiva, y por tu culpa, he empezado a ver el universo diferente. Puede que yo sea una loca, una exagerada o hasta un poco llamativa, pero has conseguido que mi mundo cobre un sentido que pensé que nunca podría cobrar. ¿Cómo es posible que con solo verte, pensar en tu sonrisa, un sentimiento de alegría recorra todo mi cuerpo? ¿Por qué me hace tan feliz que cada vez que intente mirarte tú ya lo estés haciendo? Haces que mi vida sea algo confusa, descentrada e irracional, hasta maravillosa. Este es ese momento y este es ese lugar, este es el lugar donde todo vuelve a empezar de cero. Es el lugar donde por fin empezamos la vida de Ana Morgade y Silvia Abril, donde empieza de verdad nuestra aventura. No empezaré a nombrar nuestros momentos, doy por descontado que tú te acuerdas y que lo harás toda la vida. No tengo más que decirte Ana, ya lo sabes todo. Nunca había luchado tanto por algo, nunca me había debilitado ni había sufrido tanto, pero ha valido la pena. No me arrepiento de nada, ni de ningún momento a tu lado, y sé que no me voy a arrepentir de los que vendrán. Te quiero Ana, y lo haré siempre.

Toda la sala se quedó en silencio. Solo se oían los sollozos de nuestros amigos. Yo sonreía como nunca lo he hecho, con lágrimas en los ojos y otras que resbalaban por mis mejillas. No nos habíamos soltado las manos en ningún momento, y aunque estuvieran sudadas, sabía que ese era el momento más bonito que habíamos vivido.

-Por favor, traed los anillos - dijo el cura rompiendo el silencio.

Apareció Joana con la cara de roja de llorar y un cojín con los anillos encima. Se los cogimos y le dimos un beso cada una, y ella se volvió a su sitio. Miré otra vez a Silvia a los ojos, y sin dejar de hacerlo, deslicé el anillo por su dedo. Ella hizo lo mismo y nos volvimos a coger las manos.

-Yo os declaro mujer y mujer - dijo el cura

Antes de que nos dijera "podéis besaros" ya lo estábamos haciendo. Esos labios me sabían a gloria. Oía como nuestros amigos aplaudían, gritaban y montaban jaleo mientras nosotras nos besábamos.

-Te amo - le susurré aún en sus labios.

-Y yo - dijo ella separándose lentamente y mirándome a los ojos.

-Qué bonito lo que habéis dicho - dijo Anna una vez fuera de la iglesia - Ana tía me has hecho llorar.

-Me lo imagino, con lo cursi que tú eres - dije pasando mi brazo por encima de su hombro.

-Vaya noche de bodas os espera... - dijo Edu desde atrás.

Le saqué la lengua y seguimos hablando todos. Aún no había soltado la mano de Silvia en ningún momento, ni tenía pensado hacerlo.

-¿Qué pasa en la noche de bodas? - dijo Joana en brazos de Ruth.

-Nada cariño - dijo Silvia - eres una cotilla.

Joana se rió y quiso ir en brazos de su madre. Muy a mi pesar solté la mano de Silvia y cuando ya la tuvo en brazos, Joana hizo que me acercara a ellas para abrazarnos.

-Os quiero mamis - dijo la niña empezando a llorar otra vez.

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora