Capítulo 135

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Relatado por Silvia Abril

Último día. Hoy era el último día que estábamos en París. Tenía ganas de ver a los crios, pero estaba como en una nube. Ana y yo habíamos recuperado nuestra complicidad, nuestra pasión, nuestra confianza... No quería que nada volviera a ser como había sido cuatro meses antes. Me giré para dale un beso de buenos días a Ana pero no estaba en la cama. Me extrañó así que fui rápidamente al baño y tampoco. Sus cosas aún estaban en el mismo sitio donde lo había dejado la noche pasada, pero faltaba ella. ¿Y sí...? No, imposible. Me volví a tumbar en la cama a pensar hasta que oí como la puerta se abría.

-Silviaaaa, despiertaaaa

-¿Dónde habías ido?

-Coño, qué susto. Pues he ido abajo.

-¿Para? - pregunté con la ceja levantada.

Ana me miró y se encerró en el baño. No entendí nada, así que fui hacia la puerta suplicándole que abriera. No oía nada detrás de esta, cosa que aún me puso más furiosa. De repente, alguien llamó a la puerta y fui a abrir a regañadientes. Apareció un chaval joven con un carrito el cual entró sin dejarme decir nada. Me miró, sonrío y se fue por donde había venido. Mi cara era un poema. No entendía nada y estaba muy desconcertada, y entonces, Ana abrió la puerta.

-Ay, pero por qué pones esta carita - dijo abrazándome

-¿Eso ha sido lo que has ido a hacer? -pregunté con la ceja levantada

-Sí, ¿qué sino? Como no esperaba que estuvieras levantada, pues me he bloqueado y me he encerrado.

-Ya veo... - dije rodando los ojos.

-¿Qué? ¿No te gusta? - preguntó algo preocupada.

-Claro - dije rodeando su cintura con mis brazos - no es eso cielo. Es que me había asustado... Ya pensaba que te había pasado algo y...

Ana me calló con un beso y cuando nos separamos y la miré, negó con la cabeza. Con ese simple gesto lo entendí todo, y no me hacían falta más palabras. Desayunamos entre risas, besos y caricias, y una hora después habíamos acabado de desayunar.

-¿Y qué quieres hacer hoy? ¿Dónde vamos?

-Cierra los ojos.

-Pero...

-Ciérralos

Le eché una última mirada y le hice caso. Hubo tres segundos que no sentí nada, pero luego noté como Ana chocó sus labios contra los míos. Le seguí el beso y cuando se separó iba a abrirlos, pero Ana me vio las intenciones y delicadamente puso su mano delante de mis ojos. Me levantó en brazos mientras iba besándome delicadamente y dio un par de vueltas por la habitación hasta que volvió a depositarme en la cama.

-¿y esto qué quiere decir? - pregunté abriendo los ojos.

-Que hoy no nos vamos a mover de aquí - dijo dándome un beso - no hasta que tengamos que ir a coger el avión.

-¿En serio?

-Totalmente - dijo Ana acariciándome la mejilla - hoy me toca disfrutarte.

-Pero aun nos quedan muchas cosas por ver y a ti te hacía ilusión...

-Shh - dijo ella negando con la cabeza. - cállate.

Fue acercándose a mi, acariciando su nariz con la mía. Yo sonreía como una estúpida enamorada, mientras mis manos acariciaban su espalda suavemente. Ella tumbó su cabeza hacia la derecha y acercó sus labios a los míos. Me susurró un té quiero y luego atacó, con ganas, mi boca.

Tal y como prometió, no salimos de esa habitación, mejor dicho, de esa cama, hasta que tuvimos que coger el avión. El viaje se nos hizo algo largo, aunque nada comparado con Cuba, vaya tortura. Cuando aterrizamos en Madrid, llamé a Ruth y le dije que ya veníamos a recoger a los niños.

-Qué ganas de ver a los peques - dijo Ana con la mirada fija en la carretera. - y mañana ya viene Joana.

-Sí - dije suspirando - van a ser unos meses muy duros para ella.

-Amor, te prometí que en cuanto pudiera nos mudaríamos a Barcelona, así Joana no tendría que sufrir tanto.

Llegamos a casa de Ruth y en seguida nos abrió la puerta Edu con Dani en brazos.

-Por favor, qué grande está - dijo Ana dándole un beso en la cabeza al niño. - se parece a la madre.

-Por suerte - dije yo guiñándole un ojo a Edu.

-Siempre tan maja - dijo Edu rodando los ojos.

Llegué al salón y me encontré a Ana con los dos peques en brazos y dándoles besos a los dos. Joder, no sabéis la imagen tan bonita que mis retinas captaron en ese momento. Ana era la mejor madre que jamás me había encontrado. Estaba tan bonita con los bebés en brazos.

-Mirad, mami Silvia está aquí - dijo Ana encarando a los peques hacia mi.

Fui hacia ellos y Silvia empezó a reír. La cogí en brazos y empecé a jugar con ella, a darle besos en la barriga y a hacerle el avión. Si señores, en mi diccionario esta es la definición de felicidad. Estoy segura y pongo la mano en el fuego que tengo a la mejor familia del mundo.

-Acuesta a Silvia, que voy a cambiar a Alex - dijo Ana desde el salón.

Después de un largo día por fin habíamos llegado a casa. Silvia ya estaba duchada y cambiada, y era hora de acostarla. No sé por qué, será por el nombre, Silvia ya se había convertido en mi ojito derecho con solo cuatro meses. La acosté y empecé a cantarle la nana que siempre le cantaba, y se quedó frita en menos de cinco minutos. Ana acostó a Alex y nosotras nos metimos a la cama.

-¿A qué hora viene tu madre con Joana? - preguntó Ana una vez bien acomodada.

-Me ha dicho que a las 11 estará aquí. - le informé

-Vale, pongo la alarma a las 9:45.

Cuando dejó el móvil empecé a besar su cuello en señal que quería despedir el día de la mejor manera que se me ocurría.  Ana primero empezó a reír pero luego me separó de ella.

-Silvia, tenemos a nuestros bebés a tres centímetros de la cama.

-Si no saben qué hacemos. - dije susurrando - y te recuerdo que tienen el sueño profundo.

Ana me miró, sonrió y tiró la sabana para arriba para escondernos en ella y empezar a besarme.

La dichosa alarma sonó a la hora pensada, y refunfuñando me levanté para ir al baño. Cuando llegué otra vez a la habitación, me encontré a Ana encima de la cama con los niños abrazados y con los ojos cerrados de nuevo.

-De verdad, los vas a mal acostumbrar.

-Déjame - se quejó Ana aún con los ojos cerrados.

Inmortalicé el momento con una foto, y después nos arreglamos las dos y arreglamos a los bebés. Y tal y como me esperaba, a las 11 sonó el timbre, y con una sonrisa fui a abrir. En seguida tuve a Joana encima y la llené de besos. Echaba tanto de menos a mi niña. Mi madre se quedó a comer y se fue sobre las cinco de la tarde, que iba a pasar la tarde con una amiga de por aquí. Cerré la puerta y fui hacia el comedor de nuevo, y allí me encontré a Joana, Alex y Silvia jugando en el suelo. Joana estaba encantada con sus hermanitos, y eso me alegraba. Mientras miraba el panorama noté como Ana se abrazaba a mi cintura, así que imité sus movimientos. Apoyé su cabeza en mi pecho y nos quedamos allí de pie, observando a los crios.

-Ahora sí que estamos la familia al completo.

Sonreí. Yo tenía razón, tengo la mejor familia del mundo.

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora