Capítulo 117

314 35 16
                                    

-Hum,.. Claro, pasa, pasa.

Me aparté de la puerta y dejé que mi padre entrara. Se fue a sentar al sofá y le ofrecí un café, al cual no se negó. Mientras lo hacía, no podía dejar de preguntarme por qué había venido mi padre. ¿Podría haberse enterado de lo del juicio? Es imposible, solo lo sabíamos Silvia y yo... No sé, todo es muy raro. Quizás estoy haciendo una montaña de un grano de arena y solo viene de visita, porque después de todo lo que ha pasado entre nosotras... Yo que también soy una cagada, pienso demasiado.

Llevé el café a mi padre y me senté a su lado en el sofá, también con un café en la mano. No hablamos mucho en ese rato, solo íbamos dando sorbos al café y mirando a todos los lados un poco confusos.

-¿Y cuándo vendrá Silvia? - preguntó mi padre una vez había terminado de beberse el café.

-Pues no sé.. En un rato supongo - dije encogiéndome de hombros.

Mi padre asintió y se puso la mano en el bolsillo derecho de su chaqueta. Yo lo miraba un poco insegura y a la vez nerviosa por lo que podía hacer. Me parecía algo penoso que me sintiera así con mi padre, y estaba por darme collejas a mí misma. A veces no me soporto, la verdad.

-Toma - dijo él alargándome una caja

-¿Qué es eso? - pregunté antes de cogerle la caja de las manos.

-Un regalo... Otro. - asintió el encogiéndose de hombros.

¿dos regalos en tan poco tiempo? ¿Qué estaba pasando aquí? El mundo se estaba acabando y a mí no me habían dicho nada. Normalmente mi padre no ha sido mucho de hacer regalos, siempre ha sido mi madre la que se ha ocupado de eso.

Abrí la caja y vi un anillo precioso. Era un diamante bastante grande, la verdad, y con una fina capa de oro rodeándolo. Lo acaricié para ver si era un holograma o una alucinación, y vi que no. Estaba ahí de cuerpo presente.

-¿Y esto? - pregunté dirigiendo la vista hacia él.

Mi padre se acomodó bien en el sofá y después de mirarse las manos levantó la vista hacia mi. Conocía perfectamente a mi padre y sabía que eso le estaba costando una barbaridad, así que apreciaba el intento. Le dejé un tiempo para pensar, así que decidí quedarme callada hasta que él decidiera dar el paso.

-A ver, Anita.... Tú sabes que siempre has sido mi ojito derecho, lo sabes muy bien. Reaccioné mal con lo de Silvia, lo sé y lo siento... He tardado en asimilarlo y tardaré aún más, pero solo verte la cara hace que reflexione cada día más.

-¿Qué le pasa a mi cara? -pregunté poniendo mi mano en mi mejilla. Noté que estaba un poco caliente. Vaya, ya me he sonrojado. Si es que no lo parece pero yo paso vergüenza con todo lo que hago en este mundo.

-La cara de enamorada que me traes, hija. Mira cómo te has sonrojado - dijo mi padre posicionando su mano encima de mi mejilla - por eso Anita, sé que esto es de verdad. Sé lo cabezota que eres, porque has salido a mi, y sé que no te rendirás. Sé que te vas a casar con esa mujer, y sé que serás feliz con ella. Por eso mismo te traigo esto cariño, el anillo de prometida de tu abuela. Me lo dio para que se lo diera a quien más le tocaba, y era a ti cariño.

Noté como mi mano, que aún estaba encima de mi mejilla, se empezaba a humedecer. Cerré los ojos con fuerza y cuando los abrí veía borroso, así que sin más dilación abracé a mi padre. Lo que había hecho me había llegado al corazón, y me había hecho llorar de felicidad. Algo raro en mi, ¿verdad? Si hay un día en mi vida que no llore me tomaré un chupito para celebrarlo.

Mi padre me abrazó con fuerza mientras yo seguía llorando y llorando. Vaya panorama había montado en el salón. Aún fue más gracioso cuando apareció Silvia y nos vio allí, a mí llorando como a una tonta y a mi padre intentando calmarme.

-Hola - dijo Silvia cerrando la puerta y saludando a mi padre - ¿Ana, qué pasa?

-Bueno, yo ya me voy. - mi padre se levantó,  y después de darme un beso en la frente, se fue.

-Cariño - dijo Silvia sentándose a mi lado -¿Qué te pasa, mi amor? ¿Por qué lloras?

-Ay Silvia - dije abalanzándome sobre ella y escondiendo la caja que me había dado mi padre como pude - porque soy muy feliz.

-Shh... Va tonta - Silvia me acariciaba la cabeza intentando calmarme - eres peor que yo...

-Te quiero - dije separándome de su abrazo para besarla - te quiero, te quiero, te quiero - dije entre beso y beso.

-Oy, y yo. Madre mía cuanta efusividad. Ya decía yo que tenías el día tonto hoy - Silvia se levantó y me miró desde la puerta del comedor - eres preciosa hasta cuando lloras, me das como mucho asco. - después de estas duras declaraciones me reí y me sequé las lágrimas. Me levanté y fui corriendo hacia la habitación, y me tiré encima de ella, que se estaba cambiando.

-Día tonto no, día gilipollas - dijo Silvia echándome para un lado - casi me rompes una costilla - dijo rodando los ojos.

-Oye, me estás rechazando. - la acusé con un dedo

-Te iba a decir si te apetecía una ducha pero no te la mereces - giró la cabeza y siguió a lo suyo.

-No la quiero tampoco - dije tumbándome e ignorándola.

Cerré los ojos y oí una pequeña risita, la cual ignoré. Me quedé un rato con los ojos cerrados hasta que sentí que alguien me levantaba bruscamente y me posicionaba cual saco de patatas.

-¡Oye! Que no quiero - dije empezando a dar pequeñas patadas en el aire.

-Pues te violo - dijo Silvia cerrando la puerta del baño detrás de nosotras.

La semana fue pasando, cada hora era un suplicio. Nunca había tenido tantas ganas de que llegara un viernes. Y cuando por fin llegó, no cabía en mí misma. No fui ni a trabajar ese día, no podía parar de dar vueltas por todos lados. Encima hacia un día asqueroso, un día que deseas no salir de casa.

-Deséame suerte - me pidió Silvia cuando estaba a punto de irse. - este día va a ser para recordar.

-Esperemos que para bien - dije rodeando su cuello con mis brazos - estoy nerviosa. Nunca sabes lo que puede ocurrir en un juicio, y menos cuando es con Andreu...

-Y yo, ni te lo imaginas. Bésame y calla, anda.

Obedecí y la besé tiernamente para darle ánimos y transmitirle toda la tranquilidad que pude, aunque en mi no hubiera mucha. Silvia salió por la puerta y yo respiré hondo. Tenía que buscar algo que hacer para entretenerme y no morderme las uñas de los pies, porque en las manos ya no me quedaban.

-Ana, tú puedes, todo saldrá de perlas.

Entonces, mientras me hablaba a mí misma me paré en seco. Y sí... ¿Y si le pido matrimonio a Silvia? ¿Y si se lo pido hoy mismo, si todo sale bien?

-No Ana, no es una buena idea - dije en voz alta y empezando a andar de un lado a otro del salón - Ana, no la líes. Si todo sale bien Silvia saldrá de un matrimonio... ¿Tú crees que se quiere meter en otro? Ana por favor, piensa antes de hacer las cosas que nos conocemos.

Luego dejé de andar. Hablar en voz alta conmigo misma me había ayudado. No sé si iba a tomar la mejor decisión, pero era la que había elegido. Definitivamente, si Silvia se divorcia, le pido matrimonio, con dos cojones.

Fin del flashback,

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora