Capítulo 64

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Nos separamos lentamente la una de la otra, pero sin dejar de mirarnos a los ojos. Abracé a la mujer de mi vida lo más fuerte que pude y nos quedamos allí quietas delante del Big Ben abrazadas. Nos separamos y fuimos andando hacia delante, sin un rumbo fijo.

-No vuelvas a besarme en público que alomejor me acostumbro – dijo Silvia sonriendo

-¿Qué no haga qué? – dije parándome en seco.

Silvia se quedó parada también y su cara cambió a la de terror. Se pensaba que me lo había tomado mal y ahora intentaba cambiar sus palabras. Parecía que en cualquier momento empezaría a sudar sangre.

-Eh Ana, a ver, que no.. Que yo quería decir...

Mientras me reía de ella me fui acercando y le di un beso. Silvia suspiró cuando aún nuestros labios estaban encajados y yo sonreí.

-Ya te había entendido, boba. Pero estos días que estás aquí y nadie nos conoce, aprovecharé al máximo.

Dicho esto seguí andando y Silvia me alcanzó y se puso a mi altura. Seguíamos andando y no pude evitar coger su mano. Cuando lo hice la miré y ella me sonrió. Me quedaría a vivir aquí solo por esos momentos, por ir por la calle con quien yo realmente amo y no tener que esconder nuestros sentimientos.

Acabamos en una plaza muy pequeña pero preciosa. No había mucha gente, cosa muy extraña, pero nos quedamos ahí un buen rato. Mirábamos la gente pasar mientras disfrutábamos del buen día que hacía, porque por raro que parezca, hacia sol.

Decidimos volver atrás, y como ya se estaba haciendo de noche, queríamos subir al famoso London Eye, donde se ven unas vistas preciosas. Cogimos un bocata por el camino y nos encaminamos hacia allí. Nada más llegar, vimos una cola kilométrica para comprar los tickets. Decidimos hacerla porque tampoco tendríamos muchas más oportunidades para subir.

Al cabo de una hora ya era nuestro turno. Nos atendió un chico español, cosa que nos incomodó un poco, pero por suerte no nos reconoció, o si lo hizo, no comentó nada. Se lo agradecí enormemente. ¿Qué pasaría si cuando volviéramos a España la gente se hubiera enterado? No habíamos pensado en la posibilidad de que alguien estuviera allí de vacaciones, nos hubiera visto y lo hubiera subido a alguna red social. Empecé a comerme la cabeza de una manera muy grande, casi que no me di cuenta que ya estábamos a punto de subir.

-Cariño, ¿qué pasa? ¿Tienes vértigo?

-¿Eh? No no, no es nada.

Subimos y en seguida se puso en marcha. Pensaba que iría más rápido, la verdad es que era algo lento. Aún así, quedé embobada con la vista. Londres de noche era aún más bonita de día, si cabe. Busqué a ciegas mi mano con la de Silvia, y cuando la encontré me aferré a ella. No sé cómo fue pero de repente, la preocupación que había tenido hacía un momento, había desaparecido. Tarde o temprano lo nuestro se iba a descubrir, era uno de los contras de ser personas conocidas en nuestro país.

Llegamos a lo más alto de la noria y me estremecí. No hay palabras para describir el paisaje que veía. Si alguna vez alguien va a Londres, no puede no subirse al London Eye por mucho vértigo que tenga. Ese cúmulo de luces esparcido en todo ese gran espacio de tierra hizo que se me pusieron todos los pelos de punta.

-Es precioso – susurré

-Mucho – dijo Silvia apoyando su cabeza en mi hombro.

-Aunque... Aunque yo prefiero otras vistas –dije separándome de ella y mirandola.

Silvia levantó la cabeza y sonrió. Era una sonrisa de enamorada, una sonrisa como la mía. Me acerqué a ella y aún con las manos cogidas nos fundimos en un tierno beso mientras que al fondo se veían una de las vistas más preciosas que había tenido el honor de presenciar.

Llegamos al hotel y yo,reventada, fui directamente a la ducha. Me estuve más de 20 minutos debajo, disfrutando de ese momento de tranquilidad. La verdad es que había sido un día estupendo, uno de los mejores de mi vida. Luego con Silvia íbamos a tomar algo por ahí y ver cómo era la noche en esa gran ciudad, aunque es de esperar, será como en todas.

Salí y fui a la habitación directamente. No vi a Silvia en la cama tumbada como la había dejado, así que la llamé. Me ignoró las dos primeras veces y a la tercera oí su vocecita que provenía del comedor.

-Anaaaaaaaa, ven – dijo Silvia con una voz sensual.

Yo ya me esperaba qué vendría después, así que fui hacia allí con una sonrisa en mis labios y con la toalla aún enroscada en mi cuerpo.

Llegué y ante la imagen no pude evitar ponerme a reír

-Ay Silvia, pero ¿cuándo has comprado esto?

-Cuando estabas comprando esa camiseta para tu sobrino – dijo ella sonriendo y con su pose particular.

Silvia se había comprado un disfraz de enfermera inglesa. La única diferencia con el disfraz de aquí es que ese era de la bandera de Inglaterra, nada más. Era como una camisa cortísima con escotazo, unas medias blancas que le llegaban por encima de las rodillas y un gorro en forma de.. De pene, sí.

-Me apasiona el gorrito – dije acercándome a ella

-¿Ah sí? – dijo ella mordiéndose el labio.

-Sí, es bonito. Pero me gusta mucho más lo que hay detrás de ese disfraz.

Entonces me abalancé sobre ella y la tiré al sofá. Tiré mi toalla por ahí y empecé a despojarla de ese disfraz que esa loca se había comprado. Primero quité el gorro que era lo menos importante, y luego de un tirón desabroché esa camisa y empecé a mordisquear sus pechos. Silvia se iba a quitar esas medias pero la paré.

-No, las medias no

-¿Por? – dijo Silvia suspirando y acariciándome la espalda

-Me gusta cómo te quedan – dije empezando a bajar mis besos por su barriga.

Con mis besos en su zona íntima Silvia llegó al orgasmo en ese mismo salón. Entre besos y caricias, Silvia me levantó en brazos y me llevó a la habitación, me tiró en la cama y empezó a repartir por todo mi cuerpo esos besos que tanto me gustaban.

-Silvia, al final no vamos a salir... – dije entre jadeos

-Que sí tonta, que hay tiempo para todo... – dijo repartiendo más besos y cada vez más rápido.

Cuando llegué al orgasmo gritando su nombre, besé sus labios y fui a arreglarme, porque sí que íbamos a salir. Estábamos las dos en el baño peinándonos y maquillándonos entre bromas.

-Lo ves como teníamos tiempo para todo, tonta... – dijo ella poniéndose rímel.

-Sí, toda la razón... Pero cuando volvamos no te escapas

-¿Quién ha dicho que yo quisiera escaparme? – dijo girando su cara hacia mi.

Entre pitos y flautas, salimos del apartamento a las 10 de la noche. Era una hora razonable al fin y al cabo. Cerré la puerta con llave y agarré a Silvia de la cintura, y así, salimos a disfrutar una de las mejores ciudades del mundo de noche.

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora