Capítulo 73

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Seguía con mi paso firme hacia mi coche. Me subí y arranqué, y al hacerlo vi que Andreu salía a paso rápido también. Él tenía que cogerse un taxi, así que tardaría bastante más.

Corrí como si la vida me fuera en ello. Me llegarían un par de multas fijo, pero eso me daba igual. Llegué al lugar deseado y piqué al timbre y esperé. Era tarde, lo sé, pero era ahora o nunca. Me abrió mi suegra con el pijama puesto.

-Silvia cariño, ¿pasa algo?

-Hola – dije dándole dos besos – no, no pasa nada. Venga a buscar a la niña.

-¿A estas horas? Estará durmiendo.

-No pasa nada, tranquila. Ya he informado a Andreu que iría a casa directamente. Mañana tenemos que irnos y la queremos en casa – dije subiendo las escaleras para ir a buscarla.

-¿Está todo bien entre vosotros? Hacía mucho que no te veía Silvia.

-Estamos más felices que nunca – dije con una sonrisa maliciosa ya con la niña en brazos – lo siento, por el trabajo y todo no he tenido tiempo...

-Vale, tú pásate más a menudo y alomejor te perdono – dijo ella sonriendo.

Le di un beso en la mejilla y me encaminé hacia el coche. Primera parte completada. La segunda era muy arriesgada, pero debía hacerlo, no podía dejar las cosas así. Paré el coche delante del hotel. Busqué con la mirada a quien había llamado hacia un momento. La vi allí plantada temblando como un pollito.

-Ruth – dije bajando la ventanilla.

Ruth se acercó a mí rápidamente y subió al coche. Tenía cara de no entender nada, hasta estaba un poco asustada,

-Silvia, ¿se puede saber qué pasa? Ana está llorando en su habitación. No solo está triste, está cabreada.

-Me lo imagino – dije bajando del coche. – necesito que me vigiles a la niña 10 minutos, nada más. Coge el coche y espérame una calle más allá, cuando salga te llamo y vienes otra vez. Ah, y muchas gracias cariño, te debo una.

-Silvia, necesito que me cuentes qué está pasando y a qué viene tanto secretísimo.

-Cuando pueda – dije cerrando la puerta y corriendo hacia dentro.

Pedí un papel y un boli en recepción y escribí una pequeña carta. Mientras lo hacía estaba llorando, pero en silencio. Esta experiencia me estaba enseñando a ser fuerte y a tragarme mis sentimientos. Acabé de escribirla, la doblé y corrí hacia arriba.

Llegué a la puerta de Ana y pegué la oreja. La oía sollozar. No sé cómo tuve fuerzas suficientes para no quedarme y abrazarla, abrazarla tan fuerte que no pudiera respirar. Dejé la carta al suelo, llamé a la puerta y salí corriendo.

Oí como Ana abría la puerta justo antes de que las puertas del ascensor se cerraran. Yo lloraba, caían lágrimas sin que yo pudiera pararlo. ¿Por qué era todo tan complicado? ¿Por qué la vida no me lo podía poner fácil por una vez? Llamé a Ruth y cuando salí del hotel ya estaba allí. Le di las gracias y me subí al coche con la niña. Arranqué y conduje, conduje toda la noche hasta que llegué a mi destino.



Relatado por Ana Morgade



Me levanté de la cama porque alguien había llamado a la puerta. Supuse que era Ruth porque estaba segura de que me había visto llorar. Cuando la abrí no vi a nadie, solo como las puertas del ascensor se cerraban. Pensé que sería una broma y fui a cerrar la puerta cuando vi que en el suelo había un papel doblado. Me agaché, lo cogí y cerré la puerta. Me tiré en la cama y desdoblé el papel para leer lo que había. Reconocí la letra al instante y me reincorporé para leer lo que ponía atentamente.

Querida Ana

Sé que alomejor has reconocido mi letra antes de leer que era Silvia. Si lo has hecho y tienes pensado tirar la carta, no lo hagas y lee, por favor. Es algo muy importante. Necesito que confíes en mí y que no te des por vencida, porque nada de lo que te he dicho es verdad, no siento nada de eso, sino todo lo contrario. Eres lo que más quiero en este mundo, te amo como nunca he amado a nadie. Pero tengo un problema, un problema muy grande en el cual no te puedo meter. No me llames por favor, no intentes encontrarme. Solo piensa que te quiero, que jamás dejaré de pensar en ti, y que no dejaré de luchar hasta que podamos estar juntas para siempre.

Te quiero, nunca lo olvides.



Leí y releí esa carta tropecientas veces. No entendía nada, estaba hecha un lío. ¿Qué podía pasar para que Silvia tuviera que huir de esa manera? No podía imaginarme nada, no estaba en plenas facultades mentales. La llamé, pero tal y como me esperaba, no me respondió.

No podía dejar eso así, no podía. Iba a emplear esos días que tenía de vacaciones para buscarla, no la iba a dejar escapar tan fácilmente. Me vestí, cogí el casco de la moto y salí a la calle. No tenía ni idea de a dónde ir, no sabía qué hacer ni a quién preguntar.

-Te voy a encontrar Silvia – dije para mí misma – siempre voy a encontrarte.  

Arranqué la moto sin rumbo, no tenía nada que me impulsará a ir para la derecha o la izquierda. Solo dejaba que el corazón me guiara, y yo lo seguía sin pensármelo dos veces.

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora