Capítulo 6

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La alarma del móvil de Silvia sonó de golpe e hizo que me asustara. Al ver que esta seguía sonando y Silvia no se movía ni dos milímetros, la zarandeé un poco a ver si reaccionaba. Nada, tampoco. Me deshice de su abrazo y me senté en la cama como un indio. La alarma seguía sonando y Silvia seguía durmiendo, muy bonito. Decidí levantarme yo y apagarla, porque ese ruido me molestaba lo que no está escrito. Al volver a mirar hacia la cama y ver que Silvia seguía sin moverse, me volví a tumbar y me quedé mirándola. Estaba preciosa cuando dormía.

Me acerqué despacio a ella y empecé a darle besos por toda la cara y fui bajando por el cuello. Entonces sí que se movió y abrió los ojos como pudo porque no estaba acostumbrada a la luz. Me miró y me dedicó esa sonrisa suya que me tiene loca

-Mm... Buenos días amor, despiértame así cada día.

Le solté una carcajada y volví a repartir besos por toda su cara, mientras ella sonreía como una boba enamorada, al igual que yo.

-¿Cariño, qué hora es?

-Pues no sé, serán las ocho y cuarto – le dije entre beso y beso

De repente se levantó bruscamente y empezó a dar vueltas por toda la habitación.

-¡Oye! -me quejé porque me había dejado a medias. Me puse otra vez en la posición de indio y crucé los brazos con cara de enfado y la iba mirando como iba yendo de un lado a otro.

-Mierda que llego tardeeeeee – dijo corriendo alrededor de la cama buscando su ropa.

Entró al baño y al cabo de 20 minutos salió vestida, maquillada y peinada. Cuando quería sí que iba rápido la tía.

-¿Dónde vas ahora?

-Tengo que ir a ver a mi abogado para aclararlo todo de una vez, ¿te acuerdas?

Es verdad, ya me acordaba. Había conseguido divorciarse de Andreu y ahora tenían que discutir sobre la custodia de su hija, que ahora estaba con los padres de ella para no involucrarse más de lo que la pobre pequeña ya estaba.

-Ahora te vas y me dejas con las ganas...

-Tranquila cariño, esta noche te lo compenso – dijo mientras me daba un beso de despedida

-Más te vale. ¿a qué hora volverás?

-No sé, todo depende de cómo fluya la cosa. Te llamo cuando salga

-Vale, adiós – me levanté y le di un beso deseándole buena suerte y salió corriendo porque llegaba tarde, algo no muy raro en ella.

Al levantarme me sentí muy débil y un poco mareada, así que decidí prepararme un café y comer un poco, que no comía desde hacía mucho tiempo. Me senté en el sofá y me pasé el día viendo la TV, ya que no tenía trabajo ni tenía que ir a ningún sitio. Hoy era un día para no hacer nada y disfrutar de la paz y la tranquilidad que tanto anhelaba desde hacía meses.





Relatado por Silvia Abril

Iba tarde, como siempre. Andaba lo más rápido que podía, pero con esos tacones no había manera de ir más ligera. Tomé un atajo que no debería haber tomado, porque me equivoqué y me perdí. Mierda Silvia, ¿ahora qué? Seguí andando un rato hasta que me situé y supe perfectamente dónde estaba. Había llegado a la casa donde había vivido con Andreu en Madrid una temporada. Me la miré de reojo y seguí andando, ignorando el cartel de "En Venta", pero no pude evitar que los recuerdos volvieran a mí y me dieran una bofetada en toda la cara.


*Flashback*


Tenía al bebé más precioso en mis brazos. Ya hacía dos semanas que había dado a luz y no podía estar más feliz. La niña estaba muy sana, y era la cosa más bonita que había tenido en brazos jamás. Andreu y yo estábamos muchísimo mejor, él había dejado de trabajar tanto para estar más con nosotras y ser la familia que merecíamos ser.

Un Sábado por la mañana que Andreu tuvo que irse por una urgencia familiar, me quedé en casa con Joana. Menos mal que era una niña tranquila y no me daba mucha guerra, sino no daría abasto. Esa mañana me la tiré delante de la televisión y tumbada en el sofá, y solo me levanté un par de veces para cambiar a la niña y darle el biberón. Cuando me decidí a levantarme para ir a hacerme algo de comer, mi móvil vibró. Lo cogí y vi que tenía un par de mensajes de dos conversaciones diferentes. Una era de Andreu diciéndome que hoy no iría a casa y que se quedaría con su madre, y que lo sentía. La otra era Ana. Espera, ¿Ana? ¿Mi Ana? Abrí el mensaje con el corazón del revés y lo leí enseguida

Ana: ¡Felicidades, mamá! Me acaban de decir que hace dos semanas que has dado a luz, ¡qué ilusión!

La echaba de menos, muchísimo. Desde nuestro... encuentro, por decirlo de alguna manera, apenas habíamos hablado dos veces, y de eso hacía ya mucho tiempo. No sabía qué decirle. Quería que viniese a ver a mi hija, pero creo que sería incómodo para las dos. Me lo pensé mucho, pero al final la invité a venir, quería verla y hablar con ella, y esa era una ocasión perfecta.

Silvia: Muchas gracias, Anita. Joana es un sol. Tienes que venir a verla, te encantará. Además, hace mucho que no nos vemos y tampoco hemos hablado casi nada...

Ana tardó apenas dos minutos en contestarme.

Ana: Ya, ya lo sé... Bueno, me encantaría venir, ¿cuándo quieres que me pase?

Silvia: Hoy mismo, si no tienes nada que hacer. ¿Sobre las cinco?

Ana: Venga, a las cinco me tienes ahí.

Dejé el móvil. Tuve que corregir cuarenta veces los mensajes que le iba enviando a Ana porque temblaba tanto que no sabía qué escribía. ¿Por qué esa mujer me volvía tan loca? Miré el reloj. Coño, eran las dos y media, y la casa daba asco. Me puse a limpiar como una loca para no quedar mal con mi invitada. Acabé una hora después hecha unos zorros, así que decidí irme a la ducha de cabeza. Procuré primero que Joana estuviera durmiendo y me duché en un momento.

Cuando había acabado de maquillarme y ponerme bien el pelo, llamaron al timbre. Fui corriendo, abrí la puerta y esperé, quieta como un palo, a que Ana subiera. Al cabo de un minuto, la puerta del ascensor se abrió lentamente y la vi. Ana, con una sonrisa de oreja a oreja se dirigía hacia mi. Estaba preciosa.

-Qué guapa estás –dije mientras ella se iba acercando a mi

-Tu más.

Cuando llegó nos quedamos mirando unos segundos sin decir nada y nos abrazamos. Hacía mucho tiempo que no sentía su contacto, y se me erizó la piel de una manera que no puedo explicar. Ana estaba muy tensa, pero con nuestro abrazo se relajó y parecía estar muy cómoda entre mis brazos, cosa que me encantó. Ninguna de las dos queríamos que ese abrazo acabara pero nos separamos despacio y con una sonrisa hice un gesto con la mano para que entrara, y ella, sonriendo también, entró.

Flashback [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora