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La vi bailar con Matías, nuestro hijo y sonreí ante su alegría, esa misma alegría que contagiaba a todos a su alrededor. La había conocido aquel día de las presentaciones en el club, uno de los mejores días de mi vida.
. . .
Estudiantes era mi nuevo club entonces. Con él vienen las presentaciones, nuevos compañeros, nueva celebración.
—vení que te arreglo bien la corbata.
—mamá estoy bien, no me pongas nervioso por favor.
—está bien, tenes razón.
Pude divisar a Verón que venía a nosotros.
—Augusto. —sonrió y estrechó nuestras manos.
—Sebastián, mucho gusto.
—espero disfrutes de esto.
Las siguientes horas estuvieron todos hablando sobre el club, sobre las nuevas incorporaciones, es decir nosotros.
—permiso, voy a buscar otro trago. Me alejé de ahí y fui hacia la barra de bebidas, pedí al barman y me senté a esperar. Apoye mis brazos en la barra y solté un suspiro.
—cualquier persona que te vea así diría que la estas pasando mal. —escuché detrás de mí.
—este tipo de cosas no son lo mío, no me gusta ser el centro.
—bueno, sos la nueva estrella, creo que debes ir acostumbrándote.
—si, creo que debería. Al menos podrían corear mi apellido. —dije y rió. —soy Augusto Solari. —extendí mi mano y la tomó.
