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Me senté en el balcón admirando la vista que hace tiempo había dejado de prestarle atención, el fresco aire golpeaba mi cuerpo y me siento algo triste nuevamente. Habíamos pasado dos tranquilos y preciosos años en los que no dejamos que lo de afuera afecte, donde nos encargamos de ser felices pero entonces todo cambió desde aquel día en el que le informaron de su pase al club de Estados Unidos. La discusión de hace algunas horas se nos había ido de las manos, ambos dejándonos llevar por el enojo diciendo cosas que no sentíamos, pero al parecer todo había terminado.
. . .
—listo, ya me voy.
—está bien. —dije mientras tenía la mirada fija hacia el enorme jardín.
—al menos podrías...
— ¿alegrarme? ¿luchar? Ya me dejaste muy en claro que no me querés con vos.
—sabes que no es eso, no quiero que dejes tu vida acá para irte conmigo, ¿qué puedo darte allá? Acá tenes todo.
—son excusas idiotas, Nicolás. Pero está bien, hace labtuya allá, yo voy a quedarme acá y a hacer de cuenta que nada pasó. —ni siquiera quise decir aquello.
— ¡genial! Pienso hacer lo mismo mientras disfruto de un nuevo comienzo. —dijo y nos miramos algunos segundos, no podía llorar delante de él, no ahora cuando había entendido que todo estaba en las últimas y él no haría nada. —supongo que esto es todo.
—supongo que sí. —suspire y lo mire conteniendo mis lágrimas, respirando suavemente para calmarme.
—chau, Tama.
—Chau. Me dio una última mirada y arrastró las valijas consigo hacia afuera. Cerré la puerta dolorosamente mientras apoyaba la frente en la misma, las lágrimas comenzaron a caer. Lloré porque él ya no estaba. Se había ido.
