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Desayunaba y lo observaba agarrar unas cosas mientras pasaba de mí, las cosas no estaban bien y lo sabía. Lo sabíamos. El silencio de la mañana nos invadía, silencio que venía desde ayer, desde antes de ayer, desde hace días. Agarró sus llaves y cosas y salió de ahí, me quedé en silencio mientras lo veía partir hacia el entrenamiento. Estos últimos días lo notaba diferente, ni siquiera era el Rodrigo que conocía, eso había causado muchas discusiones como la de anoche, algo de lo que ya estaba cansada.
. . .
—sabes que los entrenamientos son más largos.
—la verdad, no. No lo sabía, y ni siquiera te molestaste en contarme.
—bueno, yo no puedo hacer nada.
—no, claro que no. Hace mucho no estas haciendo nada con esto.
— ¿vas a reclamar ahora? Porque...
— ¿porque qué? ¿vas a dejarme hablando sola como siempre? ¿vas a hacerte el tonto y a decirme que deje de imaginar cosas? Porque ambos sabemos que ya no sos el mismo de antes, ambos sabemos que el fútbol es lo más importante que tenes y...
—no voy a dejarlo si es lo que insinuas.
— ¡¿qué?! ¡¿siquiera estas pensando en lo que decís?! ¡jamás en la vida te pediría eso! ¡el problema es que quizás ya no tengas tiempo para algo más que no sea eso! Eso me preocupa. Y ya sabes que no son cosas mías porque viene desde hace mucho tiempo, Rodri. —susurré al borde de las lágrimas. No decía nada, sólo nos quedamos ahí en silencio.
—tengo que ir a dormir, mañana entreno temprano. Lo mire triste, sin poder creerlo. Para mí, él ya había elegido.
