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Las lágrimas caían por mis mejillas y seguíamos ahí, sentados sin saber que hacer, sin saber que decir. Lo mire y negó con la cabeza, triste, no podíamos. Me levanté de mi lugar y lloré llevando las manos a mi cara tapándola y sentí sus brazosrodearme, brazos a los que trate alejar pero me era imposible. Lloré en ellos recordando todos los momentos vivimos y me sentí perdida nuevamente. Me di vuelta y pose mis manos en su mejilla, apoyé mi frente en la suya.
—vas a estar bien. —lo escuché decir pero no, no iba a estarlo, estaba perdiendo a lo más preciado en mi vida. Negué con la cabeza y salí de ahí agarrando mi cartera. Subí al auto y maneje sin rumbo alguno.
Ese fue el último contacto que tuvimos hace algún tiempo, no mucho. Me encontraba ahora en mi antiguo departamento tratando de estar mejor, pero la soledad de la noche desespera a veces y entonces volvía a sentirme perdida, sola. El timbre sonó y me levante a abrir la puerta llevándome una gran sorpresa.
— ¡hola! —me saludó con la alegría de siempre y no pude evitar emocionarme.
— ¡Sofi! —grité y la abracé. Sofía era mi mejor amiga, se había ido a vivir afuera hace ya un largo tiempo y según me contó, llegaba mañana.
— ¡adelanté el viaje!
—oh, me doy cuenta, ¿por qué no me dijiste e iba a buscarte? ¡pasa!
—no hubiese sido sorpresa. ¿cómo estás? ¿por qué me pasaste ésta dirección? ¿se mudaron?
—si, si. Hace un tiempo me mude.
— ¿y Pichy? —preguntó y abrí la boca para contestar pero nada salió de ella, entonces entendió todo.
