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—no puedo creerlo, Silva. —le digo, como por enésima vez, a Jonathan mientras apoyo el algodón con algo de desinfectante en su herida del labio.
— ¡auch! Te digo que no es nada, preciosa.
— ¿cómo que no es nada? Los vi por la televisión, Jona. Fue algo horrendo ver como se pegaban.
—es que me calente cuando me dijo aquellas cosas de vos, Mica. No iba a quedarme de brazos cruzados, menos ante él. Al escucharlo decir que volverías con él cuando quisiera y que eras hermosa, que te había tenido, yo... sos hermosa pero sólo yo puedo decirlo, sólo yo puedo abrazarte, besarte, quererte. Disculpame porque se que no te gustan esto de las peleas, preciosa. Pero todo aquello me sacó.
—pero simplemente tenías que ignorarlo, Juan es así. Y yo jamás volvería, él quedó en el pasado, cuando estaba acá, después me fui, te encontré, volvimos juntos y acá estamos. No hay nada de que temer. Estoy con vos, Jona. —acaricié su mejilla calmandolo.
—hablemos de lo nuestro, que sepan todos que sos mía y cuán feliz me haces, Mica. —dijo y lo mire sin saber que hacer.
—es que, Joni. Yo no... no quiero que todos sepan de nosotros ahora, mira, pasó esto y quien sabe, vos no te bancas que alguien diga algo, yo...
—no necesitas poner excusas, Mica.
—no, es que... No, yo... No puedo hacerlo Jona, no me voy a dar del lujo de que todo vaya bien y después quedar en ridículo, yo... yo no lo soportaría otra vez.
— ¿estás dudando de mi? Porque te juro que hice y hago hasta lo imposible por demostrar que no voy a hacerte mal. Jamas lo haria.
—lo sé, es que es difícil. El miedo nunca se va realmente. —dije y el silencio nos invadió.
—yo... yo creo que es momento de irme, Mica. Me espera un largo día mañana.—me miró unos segundos y lo vi levantarse, saliendo de casa. No lo detuve, y me arrepentia de no haberlo hecho.
