Es irónico.
Pasamos nuestra vida entera buscando el amor, bajo alguna manifestación. La gran mayoría de nosotros busca el ideal, el cuento de hadas que nos vendieron por años. Los chicos buscan a princesas con cuerpos perfectos, cabellos sedosos y ojos como la luna, que estén completamente dispuestas a ceder ante cada propuesta; y las mujeres buscamos al príncipe azul, alto y de tez suave, que este dichoso de derramar hasta la última gota de su sangre por nosotras, que cruce cielo, mar y tierra por un beso y el eterno y cuestionado "felices por siempre".
En esa búsqueda exhaustiva descubrimos que las cosas no son así, que no existen princesas de modales perfectos ni príncipes que enfrenten cualquier riesgo, y es ahí donde quedan cicatrices, donde llegas a un punto en el que no confías ni en tu sombra, en el que ya no crees que puedas sentir algo, algo diferente como esa única vez.
Es ahí cuando, luego de lágrimas y decepciones, tocan a la puerta, y es un sonido distinto.
Es cuando sabes que el amor toca a la puerta, pero ya no quieres abrir.
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Confesiones de un corazón juvenil
Non-FictionVivencias, dolores, risas, pero más que nada, amor e inspiración.