¿Quién diría?

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Desde hace días tuve la oportunidad de pensar un poco acerca de mi vida, de cómo han venido cosas y personas y cómo se han ido otras, cómo personas que me juraron no abandonarme me dejaron, y cómo otras con las que no contaba llegaron para quedarse.

Parte de eso que llegó y no me esperaba fue el amor, pero no un amor cualquiera, llegó el amor que yo quería para mí. Ese amor loco, intenso, real, exclusivo, expresivo, esperanzado... y podría quedarme enumerando las cosas increíbles que llegaron a mí con este ángel.

Me atrevo a decirle así porque sólo eso podría haberme rescatado de ese abismo de depresión y falta de seguridad en mi misma en el que estaba muriéndome. 

Y ahora que siento todo esto pienso que nadie habría podido creer que esto pasaría, ni yo para ser sincera, pero, luego de 135 días tomada de su mano, me doy cuenta que los verbos toman nuevos significados, que las palabras parecen ser cada vez menos para expresarme, que el tiempo es algo finito, cada vez más corto aunque los números digan lo contrario; que las risas son más espontáneas y sinceras, y los besos más reales e intensos, que aunque ninguna relación es de cuento de hadas y color de rosa todo el tiempo, a su lado, hay más probabilidades de que todo sea soleado y hermoso, de ver el lado positivo de la vida.

Luego de 135 días, le encontré valor a dormir con una de sus bufandas llena de su aroma que me vuelve loca, y entendí que no era sólo una prenda de vestir que me lo recordaba, era un pedazo de su piel, de su cuerpo, de su ser y su corazón; que era las risas, los besos, los abrazos, los "te amo", todos reunidos en ese pedazo de tejido de lana que dormían conmigo cada noche.

Confesiones de un corazón juvenilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora