Confesiones de un corazón juvenil

¿Qué hacer?

Esa es la pregunta que ronda mi mente desde hace más de tres meses, desde que llegaste, o mejor, desde que deje que llegaras.
¿Qué hacer con esa maldita voz?
¿Qué hacer con sus ojos?
¿Qué hacer con este impulso de ser suya, de estar con él?
¿Qué hacer con estas ganas de ser buena, de ser suficiente?
¿Qué hacer con esta necesidad de contarle todo como si lo conociera sye siempre, como si le importara mi vida?
¿Qué hacer con esto que provoca?
¿Qué hacer si no me quiere así?
¿Qué hacer si para él no significo nada?

Ya hasta llevo la cuenta de las veces que he querido verlo y siempre tiene mejores planes o mejor compañía, o simplemente dice que no. Llevo la cuenta de las veces que le he demostrado algo y todo es en vano, y me temo que ya no hay reversa a esto. Si, otra vez el infierno. De vuelta a ese lugar.

¿Qué hacer con mi confianza que trato de acrecentar pero queda en el suelo cuando él opina que no estoy bien?
¿Qué hacer cuando me cuenta sus cosas?
¿Qué hacer cuando habla de otra mujer o sale con otra?
¿Qué hacer con los reclamos guardados?

¿Qué hacer cuando desde hace tres meses hasta mis insomnios tienen nombre y simplemente me niego a ponerlo delante de él porque temo completamente al rechazo y al dolor de que no me ve así y no lo hará porque no soy ni seré lo que quiere, y menos ocupando el lugar de amiga de trabajo que me queda tan bien; ese rol de siempre terminar de amiga de quién me gusta realmente?

Ojalá algún día pueda responder a todo esto, o si no, ver qué hacer.