Buscando las sonrisas perdidas

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Cada día es tomado por todos como una nueva oportunidad, ya sea para sobrevivir a todos los deberes, a los comentarios, a los padres, a tus propios pensamientos, o para encontrar por otro camino, una estúpida manera de ya no tener que luchar y lidiar con todo. Hay algunos que preferimos tomar cada día como una bonita oportunidad para recuperar algo que no está desde hace tiempo, para devolver el tiempo, para redactar nuevas historias, cambiando letra por letra al mundo, o al menos a los lectores.

A veces preferimos ver los días como una oportunidad para ser feliz, tal vez mas feliz que el día anterior, tal vez porque hace mucho no sentimos esa felicidad que te quita la necesidad de ver qué poseen los demás que a ti te falta, tal vez porque tienes la oportunidad de tomarte la vida como un juego de pistas, de correr a estaciones diferentes y encontrar en cada una, una manera distinta de ser  feliz.

Muchos tenemos la posibilidad de ver la vida así, como ese juego de pistas, sólo que muchos no lo saben. Yo lo descubrí hace poco, y trato de entenderlo. Trato de ver como compartir algo de comer entre clases con un grupo, que carece de casi todo tipo de expresividad afectiva, que se ríe de prácticamente todo, y que desconoce el significado de la palabra "disimular", y que además parece una familia disfuncional; puede ser una de esas estaciones. Y es que, aunque a veces sienta que no debería nombrarlos por su falta de expresiones de cariño, les tengo un aprecio que ni ellos mismos podrían imaginar; son todos tan importantes. Esa es una de mis estaciones, y la pista de cada día es simple, "sorpréndete de todo eso que dicen, aunque en contexto sea similar a lo que dijeron el día anterior".

Otra estación es una chica rara, con un corazón enorme, casi igual de grande a su cinismo, o a su trasero, o a su belleza que no se cansa de presumir aunque la niegue. Guardamos una bonita amistad, de esas que empiezan con la frase "tu me caías mal". Empezamos con esa sensación de fastidio mutuo, no me agradaba, y yo a ella tampoco; sentíamos cierta repulsión, y tener que respirar el mismo aire y habitar en el mismo espacio era algo con lo que nos costaba lidiar cada día. Aún no entiendo en que momento nos juntamos hasta este punto, en que escribo de ella como si la conociera de toda la vida, y en que comparto con ella desde el camino a casa, hasta mis fetiches y frustraciones. Ella solo tiene que saber que lo logró, no se cómo, pero lo hizo; logró obtener un lugar privilegiado en mi vida y mi corazón, y entre lo mil motivos que podría contar, existe uno que los resume todos, se convirtió en "esa amiga", esa que casualmente vive a unos pasos de mi casa, con la que puedo ser tan yo como me es posible. Su pista es fácil, "ríete de la vida, y habla de secretos que puedas aplicar."

La estación número 1 de mi lista es mi familia, desde mi mamá, a la que puedo ver a diario, que es un regalo del cielo y que es la mejor mamá del mundo; mi papá, que a pesar de la distancia, pretende hacerse sentir tan cercano como le es posible; mis hermanos, que mal que bien están ahí, en especial mi hermano mayor, con regaños y bromas, jamás me ha dejado enfrentar mis monstruos sola, y me regaló a dos angelitos, el mono y la morena, que son todo para mi. Mi familia, completa, auténtica, complicada y feliz. Pista n°1:"Agradece lo que tienes, y disfruta".

Mi mejor amiga es otra estación. Ella, lejana y distante, sigue pendiente de que nadie le robe ese título que por primera vez me regaló. Pista: "raras, locas, diferentes, pero juntas".

Estas eran estaciones comunes, pero llegó otra estación; o mejor redactado, siendo fiel a la verdad, regresó a funcionamiento una estación que vivía abandonada desde hace mucho, por la falta de oportunidades y la falta de fe. La persona que ocupa esta estación es simplemente maravillosa, es que entre más la conozco más me gusta. Amo sus gafas, y sus estorbosos audífonos, su cabello que parece tener vida propia, amo su olor, no sólo sus lociones, su olor, a él, tan natural; me enamora su autenticidad, esa facilidad que tiene de ser él y no notar, aparentemente, lo genial que es. Me trae loca, me enamora todo de él, su dedicación a sus cosas, el que pueda ser él conmigo, y la manera como encajan sus dedos entre los míos, y como sus labios parecen estar moldeados para contener los míos. Esta persona me hace simplemente feliz, y estoy bastante agradecida de haberle conocido, y de poder tomar su mano, de poder consentir su alocado e indeciso cabello, de ver sus ojos preciosos tras sus lentes, de abrazarlo y poder tener cualquier excusa para estar cerca de él. La pista es un cliché, pero es real, completamente literal: "Si te gusta y te da miedo, es justo lo que necesitas".

Y así voy cada día, claro que tropiezo, claro que sufro, y lloro, me desespero y pataleo mas de una vez, pero de la mano de todas las personas que  menciono aquí, de una  u otras manera, voy cada día buscando las sonrisas perdidas.


Confesiones de un corazón juvenilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora