Normalmente cuando la vida nos regala felicidad inesperada que luego se transforma en lágrimas anunciadas, solemos tratarla de injusta, y pasamos días diciendo que el dolor es incomparable y que no podemos creer que la vida nos trate así. Lo que no entendemos es que no es la vida la que nos hace o nos trata de alguna forma, son nuestras decisiones, pero supongo que esto que digo ahora hace parte del manual de instrucciones que no conocemos sobre la vida, el amor y los pesares.
Habiendo aclarado lo anterior supongo que debo hablar de mi experiencia personal para que sea más gráfica y mejor entendida la enseñanza o moraleja que quisiera dejar aquí plasmada.
Enseñanza número uno, el pasado no tiene nada nuevo que ofrecer. Luego de rehacer mi vida en cuatro ocasiones, en la última arremetida del peor de mis demonios y en un intento por hacerme fuerte, decidí que era hora de superar a mi ex y al que consideré el amor de mi vida por dos años de ruegos, súplicas y lágrimas por quien no me valoraba. ¿Y cómo hice esto? Sencillo, salí con alguien más.
Conocí a un gran chico, y sí, aunque volví a tener contacto con él, ya no es el mismo que conocí, perdió esa chispa, eso que me enloquecía de su forma de ser. Pero regresando a mi experiencia, lo conocí, por medio de una amiga, y me agradó al instante, en menos de una cuadra pasó de ser un desconocido a un gran amigo, lugar que admito, debí reservar con mayor cuidado. Luego de aproximadamente una semana, el viernes, último día de obligaciones académicas, decidimos salir a comer un helado, un plan muy natural; hasta que sentí una confianza abrumadora, una sensación de que podía ser un libro abierto con él y contarle todo lo que me viniera a la mente, fue una tarde espléndida, hasta que pregunté por su situación sentimental, hablamos sobre su novia y dos segundos después nos besamos ignorando completamente la pregunta realizada. Ahí empezó mi calvario.
Enseñanza número dos, donde ya hay dos, no caben tres. Por mas que intentaba convencerme de que un tercero no entra donde no lo dejan, la idea de haber traicionado a alguien que le había entregado ya su corazón era algo que me atormentaba siempre.
Enseñanza número tres, si era feliz antes de ti, jamás necesitó tu presencia. Comencé en un tira y afloja durante dos meses, los más largos hasta ahora. Y es que éramos un círculo vicioso. Iniciamos una especie curiosa de relación sin ataduras, o sin nombre, así que estábamos bien, tomados de la mano, le hacía detalles o le regalaba cosas, luego algo me recordaba que tenía novia, le reclamaba que no quería seguir así, prometía dejarla, y se repetía el ciclo todos los días. Así era hasta que me cansé.
Enseñanza número cuatro, el ave fénix renace de sus cenizas. Sufrí tanto aquella decepción que volví a viejos hábitos. No responder el teléfono, ignorar mensajes, no salir a ningún lugar distinto a la universidad o a sacar a mi mascota, llorar desconsolada por horas en mi cama buscando respuestas que reconozco no quería solucionar, sintiéndome poca cosa, despreciada y sucia. Llegué a ese punto en que decidí cambiar por más dolor que sintiera, y limpie mi rostro y me acerqué al mundo. Ya no creía, estaba vacía y solo vivía para mis sobrinos, el lugar donde antes tenía la sensación de mariposas, ahora tenía veneno contra cualquier buen sentimiento.
Enseñanza número cinco, nunca dejes de creer. Cuando menos pensé estaba saliendo con alguien más, y puedo jurar que pensé que no pasaría nada entre nosotros, pero no siempre lo que pensamos es lo que sucede. Y resulta que esta nueva persona tiene la receta para borrarme el coraje y el rencor, y demostrarme que puedo ser la única en la vida de alguien, y no precisamente la única una.
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Confesiones de un corazón juvenil
Non-FictionVivencias, dolores, risas, pero más que nada, amor e inspiración.