Usted

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Espero que no considere peligroso lo que voy a expresar a lo largo de este texto y quiero que sepa que lo hago con total admiración a lo que es y lo que puede llegar a ser, además de que no es nada sentimental, y a la vez deja de ser solo un deseo completamente carnal.
Me gusta, bastante, y eso podría negarlo hasta que tenga el placer de que su mirada se encuentre con la mía y pueda en una sola mirada hacerle escuchar la sinfonía que produce en mi cuerpo ser objeto de sus ojos. No de forma peligrosa, no llegaré a su casa, no le escribiré más poemas como éste y le prometo que no lo seguiré en noches oscuras ni buscare excusas para de su mano perder la cordura.
Sí siento algo, no diré que no, pero en esta noche permítame expresarle la parte más animal de mis sentimientos.

Quiero sentir de primera mano lo que se sienten sus caricias, ver como su mano conecta en la mía y sentir de sus labios un sabor amargo, a ginebra y tabaco, o talvez al sin sabor de no tenerlo a diario.
Quiero que su boca le cuente secretos a la mía, que ambos sabemos que no le disgustaría.
Sus manos enredadas en mis piernas, buscando la combinación para empezar la función y un taburete donde apoyar tanto deseo. Mis manos en su nuca, espalda y brazos, cómo escribiendo canciones con mis gemidos razos.
Su lengua logrando sacar sonidos inaudibles que llegan a sus oídos de parte de mis labios extasiados, buscando más placer proveniente de lo que hacen sus manos.
Unas prendas hacia afuera y estando posado en medio de mi entrepierna gozando del privilegio de tocar todas mis curvas y abrir de alguna forma el teatro que ahora empieza.
Llegando dentro de mi, dejando a su piel fundirse con la mía, en toda esta poesía y exhalando lo que parecen ser gritos de valentía, más bien gemidos con ironía, por siempre negarse al placer que le correspondía por ser usted el dueño de todas las fantasías.
Cambiando ahora de lugares, llega mi turno de seducir, y aunque mucho quisiera decir, prefiero disfrutar el momento de ver su piel fundida en la mía y ver sus aguas mezcladas con las mías.
Un saludo muy cortés, reverencia al que será mi juez y argumentos con mis manos y mi lengua al dueño de los gemidos más fuertes de la función, los momentos más candentes los ha pasado de pie.
Una, dos y tres veces, y casi termina el drama, de nuevo donde empezamos , su mirada en mi mirada, ambas muy diferentes, completamente extasiadas, esperando el gran final, hallado ahora en mi garganta.

Esto es solo una parte de todo lo que quiero hacer y todo lo que usted, caballero de ilustre cerebro, presencia y piel, llega a provocar y podría disfrutar si realmente supiera a quién va dirigido todo este hablar.

Confesiones de un corazón juvenilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora