Se cree que un asesinato o un homicidio es cuando alguien de alguna forma mata a otra persona, y muchos dirían que era un asesinato, que él me estaba matando, pero no, era un suicidio, era la muerte más bella, el suicidio más hermoso, porque yo me estaba muriendo, porque no podía dejar de mirarle, me estaba suicidando, cada vez que lo miraba era una cuchillada más, un metro más cerca del suelo, era matarme de la forma más dulce y placentera posible.
Y en realidad no moría, no físicamente, mi cuerpo estaba prácticamente intacto, salvo por mi mente que no dejaba de dispararme ideas e impulsos de tapar esa sonrisa con mis labios, de intentar algo extremo por un momento y arriesgarlo todo, sin importar que luego él se diera la vuelta y me dejara ahí con una historia por contar en los labios, y lágrimas por sacar de mis ojos. Estaba escuchando como me hablaba, su tono de voz, aunque no estaba especialmente interesada en lo que decía, sus ojos me tenían atrapada, su sonrisa no me dejaba escapar, hasta que hubo un silencio, y supe que estaba esperando una respuesta a alguna importante cuestión, pues para mí, todas sus cuestiones eran importantes.
-Lo siento- dije con un tono apenas audible.- Me perdí de lo que preguntaste, ¿qué me decías?-.
Él sonrió, y tomó mi mano en la suya, aunque de manera amistosa, lo supe en el momento en que vio que miraba atenta lo que hacía y simplemente la soltó. –Te preguntaba tu opinión acerca de la chica de la que te he hablado todo este tiempo, y te contaba que ella es un amor...-. Decidí perderme de esa parte de la conversación, no sólo porque me daba náuseas hablar de enamorados, aunque yo en secreto lo estuviera, sino porque odiaba que precisamente él me hablara de otra chica, cuando sólo quería que hablara de un nosotros que solo existía en mi cabeza.
-Pues si a ti te gusta y tú le gustas, deberían intentarlo-.
-¿Hablas en serio?- me dijo con tanta alegría. "No, no, no te quiero ver al lado de otra persona que no sea yo, ¿es que no lo ves? ¿Es que no notas que me muero por ti?", eso gritaba mi mente.
-Sí, eso creo-.
Y mi rostro cambió casi de forma instantánea al tiempo que pronunciaba esas palabras, y perdí el control sobre mí misma.
-¿Estás bien?, te veo algo pálida- dijo, viéndome mientras yo no sabía que estaba pasando conmigo.
- No, no estoy bien- le respondí- no me encuentro bien en ningún sentido. Pero no lo entenderías, así que, aunque me duela cada sílaba que te digo, prefiero que te vayas y me dejas ya, aquí y ahora que puedes hacerlo sin matarme completamente, y yo prometo dejarte ir a ser completamente feliz- y las lágrimas empezaron a rebosar mis ojos, y a caer por mis mejillas.
- Háblame, por favor- me dijo, parecía angustiado. –Dime qué te pasa, tal vez yo pueda hacer algo-
-No hay nada que puedas hacer, ya hiciste todo. No entiendo cómo no lo ves, cómo no te das cuenta, pero tranquilo, que yo puedo irme también- y me puse de pie, me giré y vi esos ojos, angustiados y confundidos, y sabía que tenía que irme, que debía dejarlo ahí. Se puso de pie, y me tomó con fuerza de uno de mis brazos, el que tenía más cerca de su alcance, y sin yo presentirlo, me abrazó; creo que jamás había experimentado uno de sus abrazos, jamás había sentido que había llegado a un lugar del que no me quería ir, pero aún había algo que no podía perdonarle, que no podía perdonarme, y era haber puesto en sus manos mi corazón sin que supiera que lo tenía y que, de manera inocente, lo convirtiera en algo minúsculo.
Me solté de su abrazo, y limpiando de forma inútil las lágrimas de mis ojos, lo miré.-¿ Sabes que sucede?- le dije- sucede que ya no quiero ver otros ojos si no son los tuyos, sucede que ya no quiero ser vista si no es por ti, pasa que ya no quiero nada que no tenga que ver contigo- y vi su rostro, ahora pálido, perplejo. Y continué, llorando, sollozando, afrontando por fin, y delante de él, cada noche que había sufrido por no ser yo su elegida.- Ya no lo soporto, es que ya no puedo, no puedo con tu ceguera. Mi vida no puede terminar contigo, y si no me eliges lo entiendo, pero ya no puedo hacer como que nada pasa, y por más que quiera alejarme se que no podré hacerlo del todo, sé que siempre estaré para ti, aunque no quiera y aunque no quieras, pero necesito que sepas que te he convertido en mi todo, y que si me hayan muerta algún día por tu causa, puedes decir que fue un suicidio y que morí de la forma más bella, que morí de amor por alguien magnífico, que lo merecía completamente y que no supo cómo guardarlo- y por fin hice silencio, que se convirtió en una eternidad en la que dejé que me viera así, vulnerable, llena de lágrimas y de ilusiones rotas.- No quiero que te angusties por mi porque yo estaré bien, me recuperaré como siempre lo hago. Y sobre la chica, me agrada, ve y conquístala, que escuché que la verías hoy, y me avergüenza que llegues tarde por esta confesión sin importancia-
Él sólo me miraba, perplejo, sin entender lo que pasaba. – Lo siento- dijo en el tono más bajo de voz que le había escuchado- no sabía que te sucedía eso, yo...- y se frenó ahí; decidí mirarlo, y estaba viendo hacía el piso, reprimiendo las lágrimas que pude ver que caían por su rostro. – No te disculpes por lo que no has hecho, y no quiero que te sientas mal. Ya te lo dije, esto pasará, ahora corre, que ella te espera. Y escríbeme para contarme cómo te fue con ella, me interesa saber qué pasa contigo y ese corazón, a ver si le llega remedio- y sonreí, le di un suave beso en la mejilla, y me fui, y lo dejé ahí.
Más tarde se comunicó conmigo, me dijo que le había ido bien y me contó todo, como si mi confesión no hubiese pasado, como si nada hubiese sucedido aquella tarde. Y así siguieron los días, como si aquella tarde nunca hubiese pasado, y no quise recordarle nunca nada, porque cuando realmente quieres a alguien, buscas que encuentre lo mejor, aunque tú no estés en esa lista.
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Confesiones de un corazón juvenil
Non-FictionVivencias, dolores, risas, pero más que nada, amor e inspiración.