Existe un problema, y es que jamás estaremos conformes con lo que logremos, siempre buscamos más; ser más altos, tener más dinero, ser más delgados, tener más ropa, viajar más, conocer más, hablar más; nunca será suficiente. Pero ese problema es más grande cuando no obtenemos nada de lo que buscamos, cuando esperamos y tenemos fe y esperanza en que lo que pensamos algún día será real.
Un claro ejemplo es tener esos momentos inolvidables, esa fantasía ridícula que nos crearon de que los amigos siempre saben cuando estas mal, y te llaman y te buscan, que puedes ser realmente importante, y que te conocen lo suficiente como para entender siempre lo que te pasa, y realmente no, realmente no entienden, algunas veces te defienden cuando no lo mereces y te culpan cuando no lo necesitas.
Otro ejemplo es cuando ya tienes el nombre de alguien que ya tiene tu corazón, y el único problema es que no sabes si realmente lo merece, si realmente quiere tenerlo, o si es mejor no darlo. Pueden existir personas aquí y allá, mejores opciones, otros caminos, diferentes rumbos, pero luego de que eliges unos brazos para abrigarte, difícilmente cambias de opinión, al menos, hasta probar ese abrigo y quedar con la satisfacción de que es sincero y que esa persona puede querer lo mismo.
Difícil seguir teniendo estas noches en que no sé sin sentirme bien, mal, confundida, sola, en que las ideas vuelan y en las que no quiero sentirme yo por un rato. En las que quiero ser feliz con lo que tengo y sin embargo, teniendo mucho, no reconozco lo que tengo de mi. Siendo alta, no envidio mi estatura, viviendo inconforme con la idea de ser voluptuosa, con menos kilos de los que tengo, con un abdomen para lucirme, con un trasero que llene mis pantalones, y así, tal vez poder llenar el vacío de no saber sentir o de no querer sentirme, de pensar en la perfección y de saber que aunque no existe es algo que todos buscamos.
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Confesiones de un corazón juvenil
No FicciónVivencias, dolores, risas, pero más que nada, amor e inspiración.