¿Qué esperas?

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"- La verdad estoy sorprendida, y no sé que más decir-" dijo ella, tratando de no verlo a los ojos, no por él, que realmente tenía unos ojos lindos, de esos que no son de un color especial o exótico, pero que tienen el arcoiris en la mirada. Lo hacía porque había descubierto un par de soles atrás que él tenía una habilidad envidiable, sabía leer las miradas completamente bien, y estaba asustada, porque, a pesar de que lo que sentía y quería era puro, sabía que no podía detenerle.

"- Yo quería decirlo antes pero...-", hizo una pausa y exhaló como hace mucho no lo hacía. La culpa se notaba en sus palabras.  Y la realidad era que, así como ella, él aparentemente también estaba confundido. Tenía un amor que estaba muriendo y él no sabía si navegar otros mares o aferrarse a lo poco que quedaba de su navío en lo que se había convertido el mar de su perdición.

Ella sólo guardó silencio, no sabía qué pensar o qué hacer. Estaba confundida, sentía que había hecho todo bien, no entendía la razón de todo esto. Pero simplemente se volvió seca, cortante, se guardó las lágrimas que buscaban salir a borbotones de sus ojos y le dijo con voz calmada y casi entrecortada "- Está bien. Yo entiendo, supongo que debes ir tras ella si es lo que te hace feliz. Simplemente deja todo así-" mientras en su mente se lamentaba y le decía a gritos "- ¿qué te has creido tu para venir a actuar conmigo? ¿Pensabas que sería un juego más? No es así. Estoy consciente de tu situación pero esto ya ha pasado una vez, y no voy a romperme nuevamente por amor, al menos no así, no cuando todo está bien y llegan a romper la calma con estas noticias que confunden, que me hacen pensar en terceros cuando a duras penas puedo ver por mi-"

Por horas, él estuvo hablándole, tratando de evitar más tormentas, pues tenía una que llevaba ya su nombre y lo acompañaba a cualquier lugar, y ella, tratando de seguir, de no romper en llanto a cada segundo del día, ocultando sus ojeras con maquillaje y sus penas en el cigarrillo. Simplemente podía llorar, ¿qué más iba a hacer?, la habían roto otra vez, justo cuando todo iba bien, nuevamente la vida le demostraba que la calma solo era señal de tormenta.


Confesiones de un corazón juvenilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora