Algunas personas me llaman cambiante o pesimista, porque suelo evitar los excesos de alegría, o pasar de estar completamente feliz y creyente, a cruel y escéptica en poco tiempo.
Aquí les aclaro todo. No, no se llama pesimismo, no es ser cambiante, porque ambas corrientes no tienen sentido. Ser pesimista es querer ser ciego teniendo ojos para ver, querer ser sordo teniendo oídos, querer ser mudo teniendo boca y querer ser bruto teniendo inteligencia. Ser pesimista básicamente consiste en desagradecer la realidad en que se vive constantemente, cayendo en un circulo de autocompasión en que el se muere completamente solo por elección previa y no por acciones o por el básico estímulo-respuesta con el que funciona todo.
Y el ser cambiante es un mal intento por llamar la atención de las personas que comparten el alrededor, buscando lástima y queriendo que todos sean así de irracionales.
Lo mio se podría llamar prevención a futuras decepciones.
La cruel verdad es que no se puede ser muy feliz, porque siempre hay que caer de nuevo. En tanta felicidad, en donde sientes tanta perfección, se esconde algo malo. Cuando todo está perfecto, nada lo está. Y tienes que despertar.
Y debes descubrir y aceptar que, luego de todo, tiene el alma rota.
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Confesiones de un corazón juvenil
Non-FictionVivencias, dolores, risas, pero más que nada, amor e inspiración.