Parte/6

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Tercer día de novenario

Buenas tardes, doña pachita, ¿Cómo le va?

-Pos bien, ya ni pa que quejarnos, ya amaneciendo ya la hicimos, ya ve que muchos se acuestan y ya no despiertan.

-Pos eso sí, así como le paso a el chino.

-Hay no le haga doña Agripina, como que se murió el chino, si me lo acabo de topar, cuando venía pa ca,

-No, el que usted dice, es el chino el del rastro, no, yo digo el joyero, el esposo de doña Abigail.

-A mire pos, hable con claridad, mire como se me puse de chinita, hasta los cabellitos de los brazos se me pararon, del sólo pensar que me había topado con un muerto y a todo eso, ¿qué le paso al joyero?

-No pues hace algunos años, se le metieron unos rateros, ya ve que tenía su tallersote de joyería, bueno todavía está, ahora son los hijos los que lo trabajan, bueno pues en esa ocasión que le digo, se le brincaron por la azotea unos encapuchados, y los amagaron a él y a los trabajadores, no pues ya se imaginara dejaron limpio el taller, se llevaron el oro y la plata, con lo que trabajan, lo bueno es que el hombre era precavido y tenía su guardado en el banco, si no lo hubieran dejado en la quinta chilla, (muy pobre).

-Y dice la viuda que al otro día del asalto, el empezó con mucha sed, y así como se tomaba el agua así la vaciaba, y que se empieza a poner bien flaco, ella le dijo.

-Oyes ya es hora que vayas con el médico, yo creo que eso, no es normal, eso de que tomes tanta agua, y así como te la tomas luego, luego vas al baño a mear.

-Lo que pasa es que con el susto le cayó el diabetis (diabetes), le dijo su papá, que en paz descanse, pues también él ya se murió.

-Que diabetis, ni que nada, yo estoy bien sano, dijo el chino

-No te estés, confiando tanto, ahorita que fui al baño, vi como dejaste la taza del escusado, toda enmielada, hasta se me pegaron las nalgas, y que quiere decir eso, que tienes diabetis, no vez que la sangre se les vuelve azúcar, además para que gastas, no más prueba los miados, y si te saben dulces es que estas hasta la madre de diabetis, le dijo su padre.

-No hagas decidía viejo, ándale vamos con el homeópata, ese que receta en contra esquina de la casa, le dijo la viuda.

-Nombre yo si voy, voy con uno de adeveras, ese de la esquina nomas receta puros bolitas blancas con alcohol, pero eso si cobra como los de adeveras.

-Pero yo creo que si es bueno, diario tiene retacado (muy lleno), de gente, pero anda con el médico que quieras, pero anda, le dijo su mujer.

- y pues ándele que si fue, y pues dicho y hecho, si tenía diabetes, y pues de ahí pa ca ya no fue bueno (sano), y pues dicen que con el diabetis, se ponen malos de todo, a él le ataco en el corazón, dice la viuda, que esa noche que murió, le dijo.

-Mañana me despiertas temprano, porque voy a ir al banco por mi chequera nueva.

-Sí, yo te despierto,

-Y pues con eso de que no dormían juntos.

-¿cómo de que no dormían juntos? ¿Y eso por qué?

-Pos según eso, él se apartó de cuarto, porque ya ve que doña Abigail, siempre estaba criando niño, tenía uno por año, y que siempre amanecían bien miados, y pos el hombre tan prendidito (elegante) que andaba diario, acabo durmiendo aparte, y ya cuando la raza (niños) creció, ya estaban impuestos a dormir solos, bueno pues como le iba diciendo, que dice doña Abigail, que a ella se le olvido despertarlo, y cuando se acordó ya eran las once del día, y que sube corriendo las escaleras, ya ve que la casa es de dos pisos.

-Sí, y que casota, ¿Verdad?

-No, pues si, de que tenía dinero si tenía, y siguen teniendo, el muerto no se llevó nada, bueno cuando llego al cuarto y abrió la puerta que lo va viendo, dice que el hombre le gustaba leer antes de dormirse, y pues que allí estaba el hombre medio sentado recargado en las almohadas, con su libro abierto y sus lentes puestos, ¿pero qué cree?

-Qué)

-Que ya estaba bien muerto, dice que luego, luego, le hablo al médico, y llego pronto, pero que el médico le dijo.

-No, señora su marido tiene como doce horas de muerto, ya no se puede hacer nada.

-Cuando, llegamos a amortajarlo, pos que cree,

-¿Qué?

Pues le tuvimos que quebrar las piernas para que se pudiera estirar, imagínese como lo iban a meter al cajón.

-¿Y qué fue lo que le paso?

-Hay doña pachita, pues hasta la pregunta es necia, se le cayó el corazón. Y ándele que ya llego el señor cura, vamos a rezar. 

La mancha del pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora