Parte/ 25

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Antes de irme a Camargo, voy a pasar con la señora, para ver cómo sigue, y avisarles que ya hay nuevo sacerdote, tú Mateo acomódate y descansa que ya mañana empieza tu ministerio.

-Y por qué, no lo lleva de una vez, a la casa grande pa que lo conozcan de una buena vez

-No seas imprudente Gude, el padre Emiliano sabe lo que hace.

-Todo a su tiempo, Gudelia, ahorita lo importante es que el padre Mateo descanse ya habrá tiempo de las presentaciones.

-Usted dispense, padrecito por mi imprudencia.

-Bueno, quédense con Dios, me voy

-Que Dios lo bendiga padrecito.

-Mateo también se despidió del matrimonio

-Bueno voy a acomodar mis cosas y a descansar un poco, si se les ofrece algo, me echan un grito

-Sí, padre que descanse y si quiere que polito mijo le ayude, dígame, y ahorita mismo se lo mando.

-Gracias, pero no es necesario, como ya vieron traigo poquitas cosas.

_Ándele pues padre

Cuando el matrimonio quedo sólo, Gudelia se asomó a la puerta de la calle para ver si Mateo ya se había alejado y cuando se cercioro le dijo a su esposo.

-¿Oyes Remigio, ya te fijaste en el padrecito Mateo?

_En que me tengo que fijar, yo no le vi nada raro.

-Hay Remigio, tú de plano no te fijas en nada

-No le viste la cara, es igualito que el señor Santiago el esposo de la señora Elia, tiene el mismo lunar en el cachete, yo estaba muy chica, pero re bien que me acuerdo de él.

-Hay mujer, si te basas en el lunar, tanta gente que tiene lunares en la cara, y no por eso son iguales.

-Pero te digo Remigio, el padre Mateo si es igualito, cuando el señor Sebastián tenía la misma edad que tiene el padre, mira cuando venga a cenar te fijas bien, no será hijo del señor Sebastián.

-Hay mujer pero si tú sabes bien que el señor Sebastián y la señora Elia no tuvieron hijos.

-Y a poco no más con ella podía tener, que tal si es hijo de él y de otra mujer.

-Por Dios Gudelia, cállate la boca, es pecado levantar falsos y tú le estas levantando uno muy grande al señor Sebastián, y cuida esa lengua, que si llega a los oídos de la señora Elia, nos puede costar el trabajo.

-No, pos si yo nada más te lo estoy diciendo a ti.

-Pero ya sabes que las paredes tienen oídos

-Tienes razón viejo, pero así como yo me fije, también se va a fijar la gente que conoció al señor Sebastián de  joven,

-Tú deja que la gente se haga bolas, tu calladita te vez más bonita.

-Está bien viejo, voy a seguirle.

Mateo desempaco la poca ropa que llevaba eran tan solo siete cambios de ropa uno para cada día, un par de zapatos, unas sandalias para el baño, su toalla grande para secarse el cuerpo cuando se bañara, y en otra maletita, de mano, traía su biblia, un devocionario, una foto donde estaba con su madre, la puso en su mesita de noche, quería sentirla cerca aunque sea en fotografía.

-Pronto paso el tiempo, llego la hora de la cena.

-Toc, Toc, Toc, Padrecito soy Gudelia, la cena ya está lista.

-Gracia Gude, voy para allá.

Cenaron en armonía, cuando Mateo se retiró a su casa, ahora fue remigio el que dijo.

-Oyes vieja, pos ya me fije en el curita, y pos si es cierto lo que dices, si se parece mucho al señor Sebastián.

-Si te digo que es igualito, y no sé pero a veces como que le veo un airecito a la seño, Elia, en la forma en que mueve la boca, o no sé en qué, pero te digo que también a veces se me a figura a ella.

-Ya mujer no inventes, ya sabemos que la señora nunca tuvo hijos.

-No pos eso sí, ándale ya vamos a dormirnos que mañana hay que madrugar, ya vez la misa es a las seis de la mañana, hay mucha gente que diario oye misa antes de irse a trabajar

-Vamos pues viejo, ya los chamacos se durmieron.

-Al día siguiente, las campanadas despertaron a Mateo, vio el reloj que pendía de un clavo en la pared, marcaba las cinco treinta de la mañana, era la primera llamada para la misa de seis.

-Rápidamente se levantó, mientras se vestía, escuchó la segunda llamada, se dirigió a la sacristía que se comunicaba con su casa, se puso un traje de ceremonia, que estaban guardados en un armario, espero unos minutos más y escucho la tercera llamada, se dispuso a salir.

Antes de empezar a decir la misa, se presentó.

-Buenos días señoras y señores, mi nombre es Mateo Ruvalcaba y voy a suplir al padre, Macario, mientras él se pone bien, para que pueda regresar.

Enseguida se dispuso a decir la misa, cuando terminó, les dijo, a partir de las seis de la tarde si alguien quiere confesar sus pecados estoy a sus órdenes.

-Dio la Bendición, Podéis ir en paz la misa ha terminado.

-Demos gracias a Dios, contestó la gente, y se dispusieron a salir, apresuradamente para ir a trabajar.


La mancha del pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora