Parte/ 50

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Sale corriendo trae un palo, lo llena de mi sangre que me sale por mi centro, vuelve a salir y lo encaja en una parte del jardín alejado de su casa, vuelve a entrar, le hace un agujero a mis pantaletas con las tijeras podadoras, me las vuelve a poner y quita la ropa del camastro y las esconde, pone otra cobija encima, me carga en sus brazos y corre hacia la casa, oigo la voz de mi madre que me habla.

-Elia, en donde estas, tu hermana ya está en la casa, contesta por favor

-Señora ha pasado una desgracia

-¿Qué le pasó a mi hija?

-La niña estaba corriendo y se tropezó y cayó sentada en ese palo

-Noooo, mi niña,

Los dos corren hasta la camioneta de mi mamá, Bruno me acuesta en el asiento trasero, mi madre se sienta a un lado de mi cabeza descansa en sus piernas, le ordena al chofer

-Vamos al hospital de ciudad Camargo rápido por favor

Mi madre corre, el chofer me carga en sus brazos, llegamos a urgencia, unos camilleros me acuestan en una camilla y me pasan rápidamente al hospital

-¿Que está pasando ahora?

-Un doctor está hablando con mi madre

-Como esta mi hija doctor

-Señora tuvimos que intervenir a su hija ya que el palo hizo daños considerables en la niña, daño su matriz y parte de su colón, le hicimos una restauración, la niña va a estar setenta y dos horas, en terapia intensiva para vigilar que no contraiga ninguna infección es muy niña, le falta desarrollo de su matriz, pero creemos que el daño fue muy severo, posiblemente quede estéril.

En este momento llega mi padre luce angustiado al igual que mi madre.

-¿Ahora qué vez?

-Estoy sentada jugando con una doctora, me sonríe mi madre entra al salón y le dice

-Ya señora su hija ya sano del trauma que sufrió, de ahora en adelante su mente ya no registra nada, la terapia dio resultado

Me toma de la mano y salimos sonrientes del lugar.

-¿Que edad tienes?

-diez años

-Cinco años de terapia

-Cuando cuente cinco vas a abrir los ojos, Cinco, cuatro, tres, dos, uno Despierta.

-Que paso, parece que dormí mucho

-No dormiste, estuviste viajando en el tiempo

-Descubriste que me no pasó en mi infancia

-Sí, si paso algo, en esta cinta está todo, lo puedes oír, lo enfrentaste ya puedes seguir con tu vida.

-Escuchar lo que está en esa cinta, ya no te va a herir, eso le paso a una niña, que hace muchos años dejo de serlo, ahora eres una mujer adulta dueña de tu propia vida

La próxima cita que tuvimos él y yo, fue un encuentro íntimo, en el cual por primera vez dejaba que mi cuerpo gozara plenamente, desde entonces somos amantes, su esposa finalmente falleció víctima de su esquizofrenia, sus hijos ya son adultos.

--como vez, si mi maldita hermana no se hubiera escondido entre los árboles, no me hubiera pasado lo que me paso, porque no fue la maldita de tu madre la que cayó en los bajos instintos del maldito de Bruno y no yo

-Como la puede culpar de eso, ella era una niña, en realidad usted sigue enferma de odio.

-Usted encontró la felicidad, porque no deja que mi madre, descanse en paz, deje que entre en el reino de los cielos, concédale su perdón.

-Eso nunca, lo oíste bien, ella se va a quedar donde está y que lastima que no esté ardiendo en el infierno y ahora lárgate de mi presencia te prohíbo terminantemente que vuelvas a pisar esta casa, si lo haces yo mismo te voy a echar como a un perro.

Y tomando su látigo lo descargo contra Mateo, este alcanzo a desviar su cara, el látigo atravesó su pecho, inmediatamente salió de allí, llevaba los ojos anegados en lágrimas, todos sus esfuerzos por conseguir el perdón para su madre habían fallado, en su caminar incierto se encontró con Verónica

-¿Qué pasa? Oh Mateo me estas asustando, ven conmigo

El la siguió, no podía evitar que su cuerpo se convulsionara por tratar de retener el llanto y la pena que lo agobiaba, Verónica lo llevo hasta el jardín de las rosas, pero no se detuvieron en las bancas si no que se adentraron hasta llegar a una pequeña construcción, Verónica saco una llave que estaba oculta en una maceta y abrió la puerta, era un especie de estudio había un mueble con muchos libros un cómodo sofá blanco y otros dos sillones del mismo color, un escritorio, una televisión, un aparato de sonido, estaba alfombrado de blanco, había una pintura grande de la familia, aparecían elegantemente vestidos, esa foto se había tomado cuando las gemelas cumplieron dieciocho años, pero Mateo iba demasiado agobiado como para percatarse de los detalles de la habitación.

Se tumbó en el sofá y cubriendo la cara con las dos manos empezó a sollozar, Verónica dejó pasar un tiempo y le volvió a preguntar, mientras acariciaba su espalda

-¿Qué pasa Mateo?

Este se abrazó de ella y le dijo

-Le falle a mi madre, ahora definitivamente no va a poder descansar en paz, siempre va andar vagando en el limbo

-De que hablas ¿me puedes explicar por favor?

-Yo, yo soy hijo del pecado

-¿Pero de que hablas? No entiendo nada

-Mira Verónica mírame bien a quién te recuerdo

-No sé desde que te vi, me recuerdas a alguien pero no sé a quién

-Yo soy hijo de Sebastián el esposo de mi tía Elia

-¿Qué? Es verdad es a él a quien me recuerdas, si eres igual a él, así lo recuerdo

La mancha del pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora