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Capítulo Uno

El sonido de un celular empezó a sonar en la habitación, sacándome completamente del profundo sueño.

Lo primero que intenté hacer cuando abrí mis ojos, después de lo que parecieron haber sido unas pocas horas de sueño, fue observar con detenimiento la habitación en la que me encontraba. No era de esperar que no fuera la mía, pero las paredes de color claro, con sus cortinas blancas hicieron que mi memoria la reconozca al instante.

Froté mis ojos una vez más y miré a mi costado. Ezequiel se encontraba profundamente dormido, no entendía como el sonido de mi celular no lo había despertado, que por cierto, seguía sonando. Mi amante tenía un aspecto tranquilo y relajado, digno de una foto. Las largas pestañas caían suavemente por sus ojos, mientras que su boca estaba semiabierta, cubierta por una leve capa de barba. Definitivamente era una afortunada por tenerlo en mi cama, o más bien, la suya.

Cerré mis ojos nuevamente esperando que el celular vuelva a sonar, sabía que era Valentín. Suspiré tranquila mientras procesaba el hecho de tener que levantarme, ya que mi hermano probablemente ma esté llamando de nuevo para que lo haga, después de retarme por no haber dormido en el departamento.

Mi tranquilidad se vió afectada nuevamente, por el reiterado sonido del celular. Quejándome, me estiré para agarrarlo y contestar de una buena vez.

—¿Si? —contesté con una voz sumamente ronca, volviéndome a frotar los ojos.

—No me digas que estás dormida.

—No te lo digo si no queres escucharlo.

—¿Dónde dormiste?

—¿Te importa?

—Sos mi hermana Malena, es obvio que me importa —suspiró—¿Vas a venir?

La frase de mi hermano hizo que me acuerde del día. Era lunes. A pesar que claramente lo sabía, la profundidad con la que me dormí hizo que me despierte sin noción de nada. Me había olvidado de programar la alarma, y la culpa era sumamente de Ezequiel por distraerme hasta las seis de la mañana.

—Sí, te olvidaste ya lo sé. Eso te pasa por no dormir en casa —sabía que estaba rodando los ojos.

—No te metas Valentín —contesté frustrada.

—Me meto, porque soy tu hermano mayor y me importa.

—Somos mellizos, lo de mayor está demás —volví a virar mis ojos, me estaba frustrando.

—Nací antes...

—Es una boludes lo que estás diciendo. Guardame un lugar, chau.

—No pienso guardarte nada, jodete —cortó.

Sabía que lo iba a hacer de todas formas, pero de igual manera me levanté de la cama. Con rapidez empecé a vestirme, había llevado las cosas que necesitaba para ir a la facultad y ropa adecuada para cursar. Agarré mi cartera que se encontraba en el sillón al lado de la puerta de la habitación y caminé al baño rápidamente.

Después de lavarme los dientes, suspiré pesadamente cuando me miré en el espejo, estaba arruinada, pero no me importó en lo más mínimo, ya que había llevado mi neceser. Me até el pelo para que no estorbe y coloqué sobre mis ojeras, corrector, siguiendo con delineador y un poco de rimel. No era fanática del maquillaje pero sí me gustaba estar producida. Satisfecha, me desaté y me miré por última vez, para salir.

Miré fijamente a Ezequiel que estaba frotándose los ojos sentado en la cama, estaba desnudo, lo que me provocó una sonrisa pícara, este se percató de mi mirada y me guiñó un ojo, lo que contesté acercándome.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora