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Capítulo Veinticinco

La pasión se estaba desatando cada vez con más intensidad en el auto, el asiento del copiloto estaba completamente tirado hacia atrás dejando espacio para la comodidad. Me encontraba a horcajadas y mis brazos se enredaban en su cuello, mientras él besaba el mío sin demora. A pesar que lo necesitaba, estábamos tomándonos nuestro tiempo para conocer, experimentar y sentirnos. Con lentitud me sacó el top, rozando mi piel con los dedos formando caricias, gemí. Antes de desabrochar completamente el corpiño, besó por encima, dejando unos leves chupones.

—Te necesito, ya —supliqueñé en un murmuro, mientras le desabrochaba la camisa.

—Va a valer la pena...

No necesitaba la previa, ya estaba caliente desde hace una semana, pero iba a ser paciente. Con pequeños besos húmedos fue bajando hasta besar mis pechos ya descubiertos, metió en la boca uno mientras masajeaba con su mano el otro, haciendo que su toque me queme y excite como el infierno.

—Son perfectos —habló agitado mientras los miraba con determinación. Tenía que relajarme, me sentía una adolescente en su primera vez. Me apoyé en el manubrio, era incómodo, pero necesitaba sentir ese bulto que tenía en sus pantalones.

Con cuidado, volví a acercarme a su cuerpo para besarlo, mientras movía mis caderas, sonreí al sentirlo. Lentamente fui desplazando mis besos por su lóbulo, cuello y pecho, hasta llegar a su admirable abdomen, mordí mis labios al mirarlo.

—No podes estar tan bueno...

Apurándome, desabroché su pantalón para masajear su erección por encima del boxer. Matías se relajó en el asiento al sentir mi toque, bajé de una vez la tela que cubría su prominente miembro. Lo observé con deseo, relamí sus labios antes de meterlo completamente en mi boca. Con lentitud, lamía mientras proporcionaba un masaje en la parte que no cubría.

Sentí como Matías agarró mi cabeza para empujarla cada vez más rápido. Empecé a sentir sus espasmos poco tiempo después, él quería sacarme de encima, pero claramente no me importaba y se lo demostré. Volví a colocarme encima de él para besarlo nuevamente, me subí la pollera y corrí mi tanga, para finalmente entrar, pero me detuvo.

—Banca, quiero que llegues vos también.

Y sin decir mucho más me dió vuelta para que quede debajo, en la misma posición que se encontraba anteriormente. Bajó un poco más apretado por su estatura. Me miró con lujuria antes de adentrar su boca a mi clítoris, proporcionándome leves lamidas que generaban la mayor excitación. Cuando ya estaba lo suficientemente lubricada, metió tres dedos en mí moviéndolos con desenfreno, mientras no dejaba de lamer. No tardé mucho en llegar, sin embargo no aflojó sus movimientos.

—¿De qué mundo salís?

—Todavía no pasó nada —contestó mientras subía hasta llegar a la altura de mis labios, besándome, dándome a probar mi propio sabor.

Se separó un poco y tanteó sus bolsillos, sabía muy bien lo que se venía y no estaba conforme con eso, por lo que lo dí vuelta para quedar en la posición de antes y le saqué el pantalón de a poco, confundido se dejó. Cuando sus pantalones junto con sus boxers estaban fuera de su cuerpo por completo, buscó entre el asiento del copiloto.

—No, quiero sentirte —negué mientras agarraba su mano. Confiaba en él.

—Male...

—Nos conocemos, confío en vos y yo tomo pastillas. Por favor.

No esperé respuestas ya que me adentre a él, lo tomé por sorpresa pero no veía disconformidad en su rostro, todo lo contrario. Con movimientos acelerados continué enterrándome más, tiré mi cabeza hacia atrás disfrutando del momento, hacía mucho tiempo no tenía sexo por el simple hecho de tener ganas de hacerlo con la persona. Matías por su lado, me ayudaba agarrando mi cintura para acelerar aún más los movimientos, y me daba besos en mis pechos.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora