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Capítulo Treinta y uno

—Soy un pelotudo.

—Sí, eso ya lo sabía —me encogí de hombros mientras me cruzaba de brazos. Había soltado eso después de un largo silencio que pareció eterno.

—A lo que voy es que... —rascó su nuca, nervioso. Suspiró antes de continuar— Tenés razón.

—Eso también lo sabía.

—No me lo hagas más difícil Malena.

Rodeé mis ojos.

—Los dos estamos en pareja y habíamos acordado que lo nuestro era algo sin compromiso. Única y exclusivamente sexo, perdón pero a veces no puedo controlarlo.

—No entiendo —fruncí el ceño mientras me acercaba. Caminé hasta el sillón donde antes estaba sentado, Matías no había sacado su mirada de mí, nos sentamos.

—No estoy acostumbrado a esto.

—Sí, está bien. Tal vez tengas razón.

—¿Tal vez? —preguntó enarcando una ceja, en su boca se notaba un rastro de sonrisa. Lo que significaba que la pelea había quedado atrás.

—Es mucho... Además, no quiero perder el tiempo en esto.

—¿En qué?

—En discutir. Podemos estar haciendo otras cosa más interesantes. Lo nuestro es solo sexo, no somos una pareja como para andar discutiendo. Para esto están los otros boludos.

—Bueno tampoco les digas así —me retó, pero solo encogí mis hombros sin darle importancia, no iba a retractarme

—¿Me das un beso?

Matías no dudó en hacer lo que le había pedido, la noche anterior no habíamos tenido lo suficiente, estábamos solos en el departamento, teníamos que aprovecharlo de alguna forma. Cuando el beso se intensificó, él afianzó sus brazos alrededor de mi cintura para acercarme, entendí la indirecta y me senté a horcajadas para poder sentirlo mucho mejor.

Miré con el ceño fruncido una vez más la hoja que Matías me había tendido, después de explicarme por décima vez los cálculos de contabilidad. Estaba desperdiciando mi feriado por culpa del trabajo que tenía que entregar, era un alivio que mi hermano y el mejor amigo estén un año adelantados, ya que facilitaba muchas cosas, no solamente tener los libros con anterioridad. Suspiré dignándome a hacer los cálculos imitando uno que él había hecho más arriba.

—Me voy —dijo Valentín saliendo de su pieza, interrumpiendo la concentración. No pudo evitar dirigir una mirada a Matías, que estaba mirándome de la misma forma. No era una novedad que estaban peleados con Luna, por alguna razón que desconocíamos.

Desvié mi mirada para dirigirla a mi hermano, que no dejaba de buscar las llaves en el llavero. Estaba empezando el aire primaveral por lo que no estaba demasiado abrigado, ya estaba listo para salir.

—¿A dónde? —preguntó Matías haciendo que salga de mis pensamientos.

—A trabajar. Parece que no se conoce el feriado ahí —dijo enojado, haciendo que ríamos y él nos mire mal.

—Suerte —lo saludé burlona, antes de volver a los ejercicios.

—Sí, como sea —murmuró. Sentí el ruido de las llaves, iba a intentarlo.

—Valen, banca ¿Dónde está Luna?

—¿Me ves con cara de saber dónde está Luna?

—¿Qué te pasa? ¿Pelearon? —preguntó Matías ahora, estábamos intrigados de lo que estaba sucediendo, ninguno de los dos respondía a nuestras preguntas, eso estaba comenzando a frustrarnos.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora