45

1.3K 93 1
                                    

Capítulo Cuarenta y cinco

Cerré los ojos al respirar. La suave brisa del atardecer me estaba relajando, además del cigarrillo. Desde que había llegado, me gustaba sentarme en el balcón a ver cómo la ciudad caía en la noche, Matías siempre me acompañaba, pero esta vez no fue así. Estaba tan cansada de los recorridos que sus hermanas, Débora y Luciana nos daban, que a penas llegamos me dormí. Cuando desperté, él ya no estaba. Al parecer, las chicas lo habían sometido a seguir conociendo.

Julia, la mamá de Matías, estaba por algún lado de la casa, pero no me incomodaba. Me caía bien, era una mujer muy valiente y fuerte, de esas que mostraban su grandeza con tan solo su presencia, era digno de admirar.

Había sido presentada como la hermana de Valentín, no llegaron a conocerlo personalmente, porque justamente el año que se hicieron amigos, fue el que se fueron. Pero sí, lo conocían por otros medios y para todos tener a alguien tan cercano a él, era toda un festividad. Aunque claramente, no se habían creído que solamente éramos buenos amigos, las miradas cómplices de su madre lo delataba.

Faltaban solo dos días para volver, me sentía muy contenta y no quería volver, pero mí trabajo y la facultad, de parte de Matías, nos llamaban. Todavía no podía creer cómo fue tan fácil poder tomarme estas vacaciones, obviamente después tenía que recuperar el tiempo. Evidentemente, la conducta, en cuanto a mis nervios, hicieron que mí jefe se apiade de mí. Era muy estricto y nunca pensé que podía llegar a dármelas, pero mis compañeros ayudaron mucho.

—Con permiso —me distrajo, la voz de una mujer de mis pensamientos.

Julia entró con una taza de té y una gran sonrisa. Me puse recta y busqué algún lugar donde apagar el cigarrillo.

—Terminalo, no te preocupes —me sonrió amablemente— . No soy de esas personas que juzgan.

Me relajé un poco mientras la miraba, sonriéndole. Julia estaba apoyada de espaldas, al balcón mirándome.

—No juzgo si las personas lo hacen por algún motivo y no para llamar la atención... Me imagino que lo tenés.

—Lo tengo —confirmé asintiendo mientras le daba una calada, todavía nerviosa.

—¿Esa es la razón por la que mí hijo y vos no están juntos todavía?

Me sorprendí por la respuesta, y cuando iba a hablar, me interrumpió.

—No quiero sonar como una chismosa, pero son un tanto evidentes...

—Creo que no tengo cómo defenderme a eso —me encogí de hombros divertida, riéndome.

—Tal vez, diciéndome qué es lo que te asusta tanto...

—¿Disculpe?

—Sí, mi hijo no es alguien que espere a que los demás reaccionen por él. No es tímido y es bastante directo por lo que sabrás. Siente cosas por vos y claramente vos por él. Si por alguna razón no están juntos... es porque vos lo estás deteniendo.

Miré hacia otro lado.

—¿Esa es la razón por la que fumas también? Yo pasé por momentos difíciles, y Matías también. Aunque supongo que eso vos lo sabes.

—Estoy enterada de algunas cosas —susurré incómoda.

—Imaginate lo que fue para mí. Tener una vida hecha con un hombre que me amaba, con hijos... llegar un día de trabajar como todas las noches y encontrarme con una mujer que podría ser mí hija, incluso mí nuera, encima de mí marido... yo —suspiró y comenzó a caminar para sentarse a mi lado. Agarró mis manos, para que le preste atención— a lo que voy, es que todos tenemos momentos jodidos, y se puede salir, solo si hay voluntad.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora