Capítulo Catorce
—Entonces vamos cuando llegue de trabajar. Chau, te amo —habló mi hermano antes de irse.
Me encontraba en el bufete de la facultad desayunando como todos los lunes. Mañana era el cumpleaños de mamá y ninguno de los dos había ido a comprar un regalo, por lo que íbamos a ir a la tarde. El domingo se había pasado muy rápido, Valen volvió a la mañana, él y su amigo se llevaron a Milagros a la plaza y después la dejaron en su casa, por lo que me tomé el domingo como un descanso que usé para relajarme, me sentía como nueva. No había vuelto a hablar con Matías desde la otra noche, pero tampoco me importó tanto, estaba dejando las cosas muy en claro, y sobretodo que yo era una simple desconocida si no fuera por mi hermano.
Después de las cursadas, partí rumbo al gimnasio como hacía habitualmente. Nahuel no había llegado todavía, así que comencé a hacer la rutina de ejercicios que tenía marcada para esa semana. Casi al final de la clase, apareció con unas grandes ojeras y la sonrisa apagada algo que no era común en él. No me dirigió la palabra hasta que terminé, me bajé del último aparato y lo miré haciendo una seña a las duchas, donde nos encontrábamos siempre.
Me metí en la ducha de agua caliente y relajé mis músculos, estaba cansada. Traté de bañarme lo más rápido posible así podía disfrutar de mi entrenador, que probablemente me estaba esperando afuera.
—¿Qué pasa? —pregunté dándole besos en el cuello. Me encontraba todavía dentro de él, pero ya no me movía. Habíamos terminado.
—Estoy cansado —se relajó mientras empezaba a moverme nuevamente— . No me hagas esto... me estás matando.
—Decime qué te pasa —le besé los labios.
—Es que todo con Luna está yendo para el orto.
—¿Por qué?
—No sé, debe ser la crisis antes del casamiento...
—O por ahí te interesa otra mujer...
—¿Qué estás queriendo decir?
—No sé... Tengo que irme —me levanté y comencé a cambiarme. No le dirigí la mirada, tampoco lo saludé, sabía que tenía que dejar que lo piense y se lo crea.
Prendí un cigarrillo y tranquila caminé por mi casa mientras la limpiaba, necesitaba hacer tiempo. Nada necesitaba más que un cigarrillo, música bien fuerte y estar sola. La soledad se había convertido en mi mejor amiga en los últimos años.
Al terminar me cambié y salí para ir a buscar Valentín al trabajo, trabajaba en un local del centro que se dedicaba a reparar cualquier tipo de aparato electrónico, que por alguna razón él sabía arreglar.
El destino era claro, una perfumería. Mamá era amante de los perfumes y cosméticos, definitivamente aprovecharíamos eso. Después de comprarle un reconocido perfume y un set de brochas nuevas, fuimos a merendar. El hambre ya nos estaba afectando.
—¡Male! —llamó alguien cuando salimos de la cafetería. Me di la vuelta encontrándome con Santiago y su hermosa hermana Candela. Tragué en seco y me acerqué, acompañada de Valentín que iba detrás mio como guardaespaldas.
—Santi ¿Todo bien? —dije dándole un beso en la mejilla, con aire despreocupado— Hola.
—Bien, acá ando. Hola Valen, tanto tiempo.
—Sí, bastante —susurró mientras miraba a Candela, con una mirada que parecía completamente cómplice.
—Sí, la verdad hace muchísimo tiempo —coincidió ella.
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Condenada por la Venganza
Teen FictionMalena Cantera llega a Buenos Aires después de dos años fuera, ya se sentía lista para volver. Los recuerdos la invaden, cada calle, edificio y rincón tenían su historia, que formaban su pasado que la atormentaba día y noche desde su huida. El moti...