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Capítulo Cincuenta y Cuatro

Como siempre, Luna estaba llegando tarde. Hacía más de media hora que ya estaba lista pero no daba señales de su presencia. Miré el celular y suspiré, estaba aburrida. Matías se estaba bañando y no tenía nada mejor que hacer que mirar la televisión, que para colmo, no había nada interesante porque a juzgar por la hora, solamente estaban pasando programas de chimento. La prensa amarillista, no era lo mío. Me relajé en el sillón y sonreí al acordarme. Había dormido como hacía mucho tiempo no dormía, estaba descansada y ninguna pesadilla se presentó durante toda la noche. Él, era lo que necesitaba.

—¿Ya te vas? —me preguntó cuando salió del baño, con una sonrisa. Asentí mientras lo veía acercarse. Besó mi frente y se sentó a mi lado.

—Estoy esperando a Lu.

—Yo voy a ir un rato con tu hermano ¿Después vas para allá y nos volvemos juntos o...?

—Sí, me parece perfecto —le sonreí, cortándolo. Sabía lo que iba a decir, pero se lo confirmé, sacando todos sus miedos— . Tengo que ir a buscar la ropa a la casa de mis papás, primero.

—¿O sea que esto ya es definitivo? —preguntó esperanzado. Asentí—. No sabes lo feliz que me hace escuchar eso —confesó mientras se iba acercando de a poco. Posó su mano en mi mejilla y la acarició mientras sonreía abiertamente, concentrado en observar todas mis facciones.

Mi celular comenzó a sonar. Interrumpiendo.

—Debe ser Luna —suspiré pesadamente mientras me separaba, agobiada— . Me voy.

—Dale —miró hacia abajo, sintiéndose incomodo— . Nos vemos.

—Nos vemos.

La emoción con la que Luna me recibió hizo que me atosigue de inmediato. Confundida, le correspondí su efusivo abrazo, que interrogué cuando me soltó. Su sonrisa, era tan grande como Cheshire, el gato de Alicia en el país de las maravillas.

—¡Me alegro tanto por ustedes! Estoy tan feliz...

—Bueno Lu, soltame —suspiré cansada, dándole pequeños golpes en su espalda, para que lo haga.

—Dame amor ¡No seas así! —se quejó, obligándome a abrazarla de nuevo.

El frío ya se estaba avecinando. Esto hizo, que la mamá oso salga a la luz, ya que no tardé en recibir un reto porque mí sobrino estaba durmiendo plácidamente en la parte trasera.

—¿Y? Contame... todo.

—¿Qué queres que te cuente?

—Qué onda. Contame todo, con lujos de detalles.

Suspiré con frustración. No era la primera vez que el entusiasmo de Luna hacía que mi paciencia se vaya a la mierda, pero sabía, que si no le contaba  iba a ser peor. Así que eso hice. Fue un viaje entretenido y se hizo corto, a pesar que Juan Cruz se despertó a la mitad, obligándonos a poner música, ya que quedarse quieto no era su actividad favorita.

Mi sobrino tenía un apego muy especial conmigo, por lo que cuando me vió, no dudó en estirar sus brazos, decidiendo que sea la que lo llevara en el paseo. Estaba feliz, aunque también implicaba cargarlo cuando me cansaba se caminar. Me dediqué a jugar con Juan Cruz, mientras su madre entraba y salía de las tiendas, disconforme. Cuando se decidió en una casa de ropa, que justamente era dónde tenía la mayoría de sus cosas, porque era nuestra favorita con Matías, compró lo que estaba buscando por todos lados.

Mientras mi amiga pagaba, sentí un olor peculiar. Instintivamente, toqué su pañal y definitivamente, estaba más pesado que la última vez que lo había comprobado. No quería llamar la atención, por lo que agarre la pañalera del brazo de Luna y le hice una seña para que entienda lo que estaba sucediendo. Me apresuré a caminar hasta una de las empleadas, para explicarle disimuladamente la situación. La chica no tardó en entender e indicarme donde estaba el baño de servicio.

—Me parece que alguien come cosas podridas —le hablé con mi típica voz aniñada mientras lo limpiaba. Provocando que él se ría— . La próxima le decimos a mamá que compre comida en buen estado —concluí alzándolo. Le dí un beso en su mejilla, antes de cargarlo y salir del baño, no sin antes tirar el pañal sucio.

Cuando llegamos al departamento, mi hermano y Matías estaban en la sala como no, jugando a la PlayStation. Ambos no se inmutaron cuando abrí la puerta, pero cuando Luna dijo que me ponga cómoda, que iba acostar a Juan Cruz, se dieron vuelta para confirmar que estaba ahí. Sus ojos se iluminaron al verme, Valentín se levantó al instante.

—¡Male! —saludó con una sonrisa, apresurándose a abrazarme— ¿Cómo estás?

—Bien —murmure mientras me separaba— ¿Y vos?

—Ahora que estás acá, mucho mejor.

La cena había sido como en los viejos tiempos. Los cuatro, disfrutando de la velada, riendo y hablando de cualquier tema. Me di cuenta que Vanesa tenía razón, volver a la normalidad, era lo que más me iba a ayudar. Valentín había sido tan atento como nuca, Luna estaba siendo la mejor amiga que podría tener y Matías estaba siempre tratando de sacarme una sonrisa. Ellos tres era lo que realmente necesitaba, en realidad cuatro, ya que Juan Cruz estaba incluído. Mi sobrino simplemente, con su aire de inocencia, me hacía olvidar de todo con solo su presencia. Estaba agradecida de tenerlos a todos.

El horario de noche me ponía completamente incómoda. Me removí nuevamente en mi asiento y saqué el celular para mirar la hora. Faltaban veinte minutos para irme de la clase. Eran las ocho y el cielo estaba completamente oscuro, tan oscuro que no me podía concentrar en la charla que estaba dando el profesor, hacía ya unos minutos que había dejado de intentar tomar apuntes. La facultad incluso, estaba casi vacía, algo que no ayudaba completamente en nada.

Caminé hasta el estacionamiento con los brazos cruzados por el frío de la noche. Por suerte, había luces que adornaban todo el lugar. A penas subí al auto, que ya lo había recuperado, conecté mi celular al estéreo para poner música y despejarme del ambiente.

Solo tardé quince minutos en llegar al departamento. Suspiré de alivio cuando estaciones. Caminé rápidamente, hasta llegar, me entretuve prendiendo las luces, ya que estaba todo oscuro. Hace unas pocas semanas, eso me hubiera dado un gran escalofrío, pero ya me estaba acostumbrando. Abrí la puerta y me llevé una agradable sorpresa, no solo estaba Matías en la sala, sino que Julia lo acompañaba. Sonreí al verla, hacía mucho no la veía. La mujer, a penas me vio, se acercó para abrazarme cálidamente.

—¡Que bueno es verte, Male!

—Lo mismo digo, Julia —suspiré, abrazándola con más fuerza. La había extrañado.

—Hola sí, yo estoy pintado —interrumpió Matías haciendo que ambas ríamos. Me acerqué y bese su mejilla en forma de saludo.

—Hola.

—Hola amor —sonrió dándome otro beso mucho más marcado y fuerte.

No nos habíamos besado, hace mucho tiempo no lo hacíamos. Lo extrañaba y sabía que él también, pero solamente estábamos esperando el momento indicado, ninguno de los dos quería presionarse. En realidad, él no quería hacerlo. A pesar que claramente, lo necesitaba.

—Hijo ¿Vos no tenías que ir hacer los mandados?

—¿Eh? —preguntó sorprendido, sin entender— No...

—Sí tenías, ahí en la mesa tenes la lista. Hoy cocino yo —le sonrió, mientras le señalaba el papel que estaba en la mesa.

—¿Me lo estás haciendo a propósito? —levantó una ceja, mirando incrédulo a su madre— Male es mía.

—Sí, pero hay que compartir. Yo no te enseñé a ser egoísta —tiró de mi levemente en forma de juego—. Andá, dale.

—Más te vale hacer algo rico —le dijo bufando.

—Sí sí, chau.

Matías bufó mientras iba a la pieza, a lo que se supone que era para abrigarse. La noche estaba fría. Al poco tiempo volvió, todavía renegando, estaba claro que no quería irse. Soltó un ''ahora vengo'', antes de desaparecer completamente por la puerta. Las dos rogabamos que no vuelva tan pronto.

—Quería hablar con vos.

—Supongo que lo sabes —murmuré mirando hacia el piso.

—Sí, para eso estoy acá —sonrió, mientras volvía abrazarme.

Tenía la mejor suegra del mundo.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora