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Capítulo Cincuenta y Nueve

Todo era peor de lo que esperaba. La vida me estaba dando sorpresas cada vez más desesperantes. Sentí escalofríos cuando escuché las palabras que el médico soltó de su boca, él lo había dicho claro ''Tres meses de embarazo''.

Me sentí enferma, vulnerable. No tenía a alguien producto de una violación, a alguien producto de un enfermo psicópata, tenía a alguien que estaba hecho con el más puro amor, a alguien tan inocente, que había vivido conmigo todo un proceso que me lastimó tanto física como mentalmente. Este bebé había estado conmigo, había pasado una violación. Las lágrimas comenzaron a pinchar mis ojos, no lo había protegido como hubiera querido. No podía permitir que venga al mundo, no iba a condenarlo a mi vida. No iba a condenarlo a la venganza.

La congoja se apoderó y lloré. Lloré de frustración, de no saber qué hacer. Estaba perdida, dolida, era peor de lo que pensaba. Tenía miedo y no sabía como reaccionar. Matías tenía derecho de lo que llevaba dentro, era su hijo. Gemí ante el pensamiento, él era padre, y yo madre, íbamos a tener un hijo. Por primera vez en estos días, Matías me abrazó. Mientras me proporcionaba unas leves caricias en la espalda, se acercó a mí oído, dándome palabras de apoyo para que pueda respirar nuevamente, ya que el llanto no me lo permitía.

Mi estómago comenzó a revolverse, y mí cuerpo a dar pequeños espasmos, que solo podían significar una cosa. Rápidamente, me levanté dirigiéndome al baño corriendo, por suerte había uno adentro del consultorio. Me apoyé en el inodoro, para vomitar como hacía unos días no lo hacía. Las lágrimas de dolor, mezcladas con la de mí fuerza, hacían que no pueda ver nada. Traté de respirar en los lapsos donde las náuseas disminuían un poco, para después volver a devolver. Unos minutos después, Matías se acercó agachándose a mi lado, frotándome la espalda levemente.

Cuando pude calmarme, me informó que el doctor nos había dejado un tiempo a solas.

-Amor... -susurró llamándome cuando pude respirar mejor. No me moví demasiado, no tenía fuerzas, simplemente giré la cabeza, para mirarlo. Estaba con una sonrisa, de esas que me iluminaban cuando la veía, mirando hacia el piso, como reflexionando-. Vamos a tener un bebé...

-No... -me negué rotundamente, incorporándome para mirarlo mejor. Mi confesión lo descolocó, me miró confundido, desvaneciendo su sonrisa-. No estoy segura de quererlo.

-Malena...

-¡Matías estuvo presente! -lo corté, hablando desesperada-. Lo sintió conmigo.

-Es una parte de los dos... Está hecho con todo el amor que nos tenemos. Es nuestro -susurró confundido- ¿Por qué no lo queres?

-Porque no lo merezco.

-Merecemos ser felices -se deslizó por el suelo para acercarse, tomó mis manos para después mirarme fijamente.

-Ya ni sé lo que merezco o no -negue separándome. Me levanté del piso, para dirigirme al pequeño lavatorio. Abrí la canilla haciéndome leves buches para quitar un poco la suciedad. Lavé mis manos y mojé mi cuello, suspiré con miedo y dí la vuelta para enfrentar a Matías nuevamente-. Primero se tuvo que bancar vivir toda esa mierda conmigo, que no fue mí responsabilidad, o sí pero no en una forma total. Segundo... Me corté Matías, le hice mal, quise dañarlo.

-Ya demostró que es igual de fuerte que su mamá... ¿No queres un hijo conmigo? Lo hablamos y ambos estuvimos de acuerdo.

-No es tu decisión -negué retrocediendo, para salir del baño-. Es mí cuerpo.

-Dame una razón válida para hacerlo.

-No estoy hecha para esto -seguí hablando, más para mí misma que para él. Volví a tomar mi lugar en el escritorio, y negue.

-Nadie nace sabiendo -consoló sentándose a mi lado.

-¡No empieces con tus ridículas frases alentadoras que no sirven a nadie! -le grité frustrada.

-¿Queres abortar? -soltó firme, haciendo que desvíe la mirada. Suspiró antes de agarrarme las manos, para llamar su atención-. Malena, mirame.

-Sí.

-No, mirame a los ojos -insistió. Bufe mientras dirigía su mirada a los ojos de él.

-¿Qué?

-¿Queres abortar? -repitió. No contesté- Entre los dos, vamos a salir de esta -volvió agarrar mis manos, acercándose- . Este bebé es la forma de cerrar la etapa, vamos a ser felices.

-Siempre decís lo mismo y nunca funciona -me quejé como una nena.

-Pero esta vez es distinto. Esta vez hay otra personita, con nosotros -dijo dulcemente, tratando de tocar mi panza, pero no lo dejé.

-¿Por qué lo queres tanto? -le pregunté confundida.

-Porque me encanta la idea de un bebé de los dos. Tener un hijo tuyo es lo mejor que me puede pasar -contestó sincero, mirándome a los ojos. Un leve brillo de ilusión y felicidad, reflejaban en los suyos.

-No te merezco. Ni a vos ni al bebé.

-Nos mereces -sonrió, acercándose para acariciar mí brazo. Después me abrazó, susurrando en mi oído-. Por favor, danos la oportunidad de ser felices... los tres.

Iba a responder, pero la puerta interna del consultorio se abrió de repente, haciendo que ambos nos sobresaltemos. El doctor entró, sonriendo con un suspiro cuando vió que estaba más tranquila. Decidido, se adentró y caminó hasta sentarse en su lugar, me tendió un vaso de agua que había traído, diciéndome que necesitaba hidratarme.

-Podemos hacer la ecografía. Ahora que estás en condiciones... -sugirió después de unos segundos, como si nada hubiese pasado. El médico estaba absolutamente acostumbrado a que esto pasara.

Me tensé al escucharlo.

-Sí, por favor -habló Matías por mi, apretándome la mano. Me miró con una sonrisa, dándome aliento.

Matías se levantó al instante, mirándome con preocupación. Solo mire al doctor, que sonreía esperando.

-Vamos a conocer a tu bebé.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora