Capítulo Cuarenta y ocho
Dos años después...
Rodé los ojos al ver todos los mensajes que Luna me había mandado, a pesar que sabía que iba a estar cursando hasta el mediodía. Cerré mi chat para abrir el de María, me había escrito diciéndome que iba a extrañarme en el trabajo hoy, ya que me había pedido el día.
Caminé por los pasillos de la facultad un poco apresurada, quería ir al bufete en primer lugar para engañar un poco el estómago hasta almorzar, no era nada fácil cursar cuatro horas seguidas, desde la nueve de la mañana. Fue inevitable no pedirme dos barras de cereal cuando las ví.
Mientras buscaba la billetera para pagar, sentí unos brazos rodear mi cintura y una voz hablar.
—Cobrame esto, capo —Matías gritó en mi oído haciendo que me sobresalte. Me aparté un poco mientras mí novio le tendía el billete al chico que estaba atendiendo. Cuando se fue para seguir atendiendo, me dí vuelta para mirarlo.
—Hola —le dí un pico, en forma de saludo.
—¿Ya estás? —me preguntó abrazándome mientras me alejaba un poco del mostrador. Ambos caminabamos a ciegas.
—Sí.
—¿No almorzaste?
—No, voy a engañar al estómago.
Matías me tendió el buzo antes de salir, lo miré extrañada pero después sonreí al acordarme. El otoño se hacía presente y el short que tenía puesto, hacía que el viento frío que corría por mis piernas me congele, ya que nunca había sido una persona muy calurosa. Me coloqué el buzo de mí novio, para salir tomados de la mano al establecimiento.
—No puedo creer, que con lo friolenta que sos, no tengas una campera por las dudas...
—Salí rápido hoy —me encogí de hombros, mientras abrazaba su brazo, ya que el buzo no estaba ayudando demasiado.
—Por suerte te conozco...
En el camino al centro, como era costumbre, escuchamos música tranquilamente mientras Matías hablaba. En este momento, él me estaba contando de sus clases, ya que le quedaba solo un año para recibirse y la exigencia se potenciaba. Tendría que estar en su misma situación, pero gracias a los altercados de mi pasado, me atrasé algunos años. Igualmente, estaba feliz por él. Gracias a Matías, había podido superar toda esa etapa, aprendí a soltar y vivir sin ningún tipo de remordimiento. No había vuelto a saber nada de Benjamín desde la última vez que lo ví y casi se cumplían dos años del momento. Por lo que ya estaba satisfecha, mirando hacia el futuro.
Fue difícil decidir que le compraríamos a un bebé de tan solo un año de edad, no solo por la edad, sino porque como padrinos, lo habíamos consentido con ropa y juguetes. Hasta incluso, con cosas que todavía no podía usar. Decidimos en comprarle un triciclo, y más ropa de la que ya le habíamos regalado.
El cansancio de la facultad, hizo que ambos estemos lo suficiente cansados para saber que no queríamos estar mucho más tiempo, por lo que pedimos comida de McDonald's para llevar y nos fuimos al departamento. Había cambiado mucho desde que mi hermano y Luna se fueron, quisimos hacerle una remodelación total, ya que ahora pasaba a ser nuestra casa. La pieza sobrante, se había convertido en un lugar donde podíamos estudiar. Había una gran biblioteca, con los libros de la facultad, un escritorio con las notebooks y una mesa, ese lugar era pura tranquilidad. En mí pieza compramos una cama de dos plazas, un ropero más grande para la ropa de ambos y todo lo que ya había, pero multiplicado para ser una linda pieza de novios. Ninguno de los dos quería estar lejos del otro, por lo que no dudamos en formalizar el ''vivir juntos'' ni bien se fue mi hermano.
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Condenada por la Venganza
Novela JuvenilMalena Cantera llega a Buenos Aires después de dos años fuera, ya se sentía lista para volver. Los recuerdos la invaden, cada calle, edificio y rincón tenían su historia, que formaban su pasado que la atormentaba día y noche desde su huida. El moti...