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Capítulo Tres

—¡Basta Milagros! Quedate quieta —grité enojada.

Desde que nos acostamos, había perdido la cuenta de cuantas veces mi hermana se había movido. Mañana tenía que ir a cursar, por lo que desvelarme no era una opción, o sí, si quería quedarme dormida en la mitad de la clase.

—Perdón, es que no puedo dormir.

Matías no había tenido mejor idea que ver una película con ella mientras con Valentín discutíamos, la cual para Milagros resultó ser bastante tenebrosa. 

Frustrada, la miré cuando noté que había dejado de moverse, ahora estaba dormida. La bronca me invadió ya que me había desvelado, para dormirse menos de un minuto después. Mi suspiro de frustración se escuchó en el aire. Cansada, agarré el celular, mientras el sueño se apoderaba nuevamente de mi cuerpo.

Nahuel: No puedo parar de pensar en el beso forra.

El mensaje lo había recibido hace a penas una hora y por alguna razón, todavía se encontraba en línea, por lo que no dudé en contestar. Él sería mi distracción hasta que pueda dormir.

Yo tampoco, siento que el darte tiempo aumenta mis ganas.

Nahuel: Pensé que ya estabas dormida

¿Pensaste en mi cuando tu novia te lo hizo?

Nahuel: Sinceramente, sí.

Sonreí y no le contesté, sabía que parecer desesperada no iba a funcionar, sobre todo cuando no solo esperaba sexo de él, sino también robarle su corazón. No de una forma literal, definitivamente.

Mi semana siempre era igual, en las mañanas me dedicaba a la facultad mientras que por las tardes, los días que no estaba en el gimnasio para seducir a mi sexy profesor, me ocupaba de pasar tiempo con Ezequiel, el casi padre y ahora esposo de mi ex amiga. El plan iba a la perfección y no podía negarlo. A pesar que con Nahuel a penas íbamos por la primera base, pero con Ezequiel ya casi había completado el kamasutra. Solo me faltaba acercarme a mi último objetivo, Santiago, hermano de Candela Lopez.

Las peleas con Valentín habían cesado. A pesar de los problemas por mi llegada tarde a la casa y las constantes visitas de Milagros. Matías siempre me salvaba por alguna razón y aunque nuestra relación sea completamente extraña, se lo agradecía profundamente, no solo por el hecho que me cubra, sino también porque estaba siendo un muy buen consuelo.

El sábado por la noche, me encontraba sola, por lo que empecé a ver los eventos que tenía en Facebook, esto era muy raro porque nunca lo hacía, pero no me arrepentí, cuando vi una invitación de una persona que me llamó completamente la atención. Santiago Lopez. Al parecer era una fiesta en su casa, dirección que conocía muy bien, la mitad de la adolescencia lo había pasado ahí. Rápidamente llamé a mi hermano por teléfono.

—Hola.

—Valen.. ¿Qué hacías?

—Soy Matías pero nada, acá en mi departamento.

—¿Qué haces con el celular de mi hermano? —suspiré frustrada.

—Nada, está en el baño y atendí.

—¿Salen hoy?—pregunté dando a entender el motivo de la llamada.

—No sé, estamos viendo.

—Tengo una fiesta ¿Vamos?

—Esto que no tengas amigas y te cueles en nuestros planes...

—Voy sola. Chau —amagué a cortarle. Sabía muy bien que no iba a permitirlo.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora