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Capítulo Veintisiete

Cuando la alarma sonó a las seis de la mañana, no dudé en aplazarla, habíamos estado despiertos hasta las cuatro y dos horas de sueño no se acercaba ni un poco a lo ideal. No fue hasta las seis y veinte que nos levantamos casi a las corridas, ya que Santiago entraba al colegio en solo cuarenta minutos. Eso fue un beneficio para mi, ya que implicó que el tiempo para desayunar fuera nulo. En el camino él me comentaba su entusiasmo por la fiesta de egresados que estaban planeando hacer como despedida de fin de año, al ser un colegio reconocido en la cuidad, tenían cierta presión y necesidad de llamar la atención para ser los mejores.

No tardé mucho en aportar ideas, me sentía identificada porque amaba la organización y siempre estaba involucrada en todo lo que eso implicaba. En mi curso de la escuela, fui la que organizó todo tema del fin de curso, desde ser la tesorera del fondo en común, hasta cerrar contratos con salones y discotecas. La pasión de organizar y planificar la tenía en la sangre. La despedida fue mínima por la falta de horario, éramos oficialmente novios, por lo que tampoco necesitábamos tanta cursilería. Algo que definitivamente agradecía de él, era que no es romántico.

—Que lindo despertar así —me sonrió Matías cuando abrió la puerta. No tenía más que sus boxers, por lo que no dudé en apreciar la vista.

—Callate. Ni siquiera me preparaste el desayuno, malo —lo empujé riendo, antes de adentrarme al departamento. Muy pocas veces había estado en el.

—Quiero mi beso primero —me dijo de espaldas. Cuando giré, lo ví haciendo un puchero con sus brazos cruzados. La posición hacía que sus músculos sean más notables. Reí acercándome para besarlo.

Una vez que estuve lo suficientemente cerca, él estiró sus brazos para acercarme a su cuerpo, me rodeó por la cintura antes de darme un buen beso de buenos días.

—Y para tu información, hice el desayuno —habló contra mis labios— . Lo único que no sé es que si querés mate o café.

—Mate está bien —le sonreí separándose para ir hacia la cocina a sentarme. Era un monoambiente, por lo que no tardé mucho en llegar.

No mintió. Había comprado facturas de todo tipo que descansaban en la mesa frente a donde estaba sentad. Mientras que el dueño de la casa se estaba movilizando detrás, en donde estaba la habitación, buscando algo con que vestirse, la pava eléctrica sonó, provocando que caminó rápido para desenchufarla. Se acercó hasta la mesa, tomando el primer mate que había servido en el camino. La cara de asco, provocó mi risa, era la realidad, el primer mate siempre era el más asqueroso.

—¿Qué onda con el pibito? —preguntó pasándome el mate, sin ponerle azúcar, sabía que le gustaba amargo.

—No jodas

—¡Dale boluda! Te pregunto en serio

—¿Qué onda con tu novia? —pregunté arqueando una ceja antes de tomar.

—No sos vos pero... safa —se encogió de hombros, provocando mi risa.

—Es muy gracioso saber que no te satisface.

—Sí, también es gracioso saber que pensas en mi cuando él te lo hace —dijo, provocando mi risa. Le devolví el mate mientras lo pateé por debajo de la mesa. Al instante, se levantó para dirigirse donde estaba.

—¡No, bola de acá! —me reí cuando ví sus intenciones. Llegó a mi lado, me agarró y empezó a repartir besos por todo mi cachete y cuello, haciendo que tenga cosquillas.—¡Basta boludo! —reí más fuerte. Se detuvo, pero no tardó en agarrarme para sentarse donde estaba yo, haciendo que quede encima de él. Me hizo un ademán para que le pase las cosas. No me quejé al hacerlo.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora