Capítulo Cuatro
Desde afuera se podía observar la cantidad de personas que estaban en fiesta. Al entrar, la situación fue más tumultuosa, la fama que se habían ganado por las fiestas, era inigualable. Luces de colores inundaban el lugar, en una esquina se encontraba un hombre que aparentemente era DJ por todo el equipo que manejaba frente a él, mientras que en la otra, había una barra dirigida por un barman. Nadie podía negar la situación económica de los Lopez.
Me las ingenie rápidamente para sacar de encima a mi hermano y al amigo, con la excusa de necesitar aire, salí del lugar para ir al patio, donde prendí un cigarrillo y me apoyé contra la pared, agotada.
Que necesitaba aire no había sido una completa mentira, ya que hacía mucho tiempo no frecuentaba fiestas y me estaba ahogando.
El patio estaba decorado por pequeñas luces colgadas de la pared de la casa al pequeño quincho que tenían, frecuentemente la familia lo usaba para cumpleaños o reuniones, pero en esta oportunidad parecía ser usada para coger, ni más ni menos. También había sillas blancas con mesas donde personas se encontraban hablando, otras besándose o simplemente tomando una cerveza reflexionando de la vida.
La nicotina me ayudaba, en el último tiempo se había vuelto mi mejor amiga. Además, necesitaba tranquilizarme, no iba a ser nada difícil tirarme a Santiago, porque sabía como era, agregando que tenía dos años menos y sus hormonas lo controlaban. Siempre lo vi como un hermano menor, como alguien que a pesar que me tenía ganas, siempre iba a ser un adolescente hormonal. Pero ahora, venía a cumplir el sueño, al pobre chico de 18 años.
-¡No puedo creer lo que estoy viendo! -me volteé al escuchar su voz-¿Malena?
-La misma -sonreí, coqueta.
-¿Qué haces acá? -preguntó asombrado.
-Simplemente vi que ibas a hacer una fiesta y dije ¿Por qué no?
-Pensé que te habías ido, estás... -me miró de arriba a bajo- Cambiada.
-Sí, pero volví hace poco -sonreí- , vos también estás distinto.
Y eso era verdad. Había dejado atrás la etapa de granos y pelo graso. Sus brazos habían crecido de una manera espectacular, estaba más alto y fornido. Tal vez después de todo, no iba a ser tan difícil como pensaba, verlo ya me sacaba la imagen de adolescente impúber que tenía de él. Sin discreción, lo miré como él me había mirado cuando habló, seguido de una sonrisa picara, que me devolvió.
-Estás más buena que antes... -soltó provocando mi risa.
Tampoco era mentira que había cambiado, los dos años no solo sirvieron para hacer mi duelo, sino también para internarme en un gimnasio y modificar todo mi cuerpo. Ademas cambié el color de pelo a un castaño claro, cuando antes lo tenía negro y corto, ahora me llegaba a la cintura. Nunca tuve problemas de autoestima, pero sí necesitaba dejar el pasado atrás y vi mi cambio de aspecto como una nueva oportunidad.
-¿Puedo decir que vos también? -le sonreí.
-No me digas así, que me ilusiono -dijo acercándose- . Seguro viniste para ver a las chicas, están adentro. Si querés las llamo -se alejó inseguro.
Sus palabras hicieron que se me revuelva el estómago, a pesar que ya sabía que mis antiguas amigas estaban ahí, confirmarlo era totalmente diferente.
-No vine a verlas a ellas en realidad.
-¿Entonces? -levantó una ceja volviéndose acercar, más que antes incluso.
-¿Sinceramente? - asintió-Te vine a ver a vos. Vi tus fotos de Facebook y no pude evitarlo -dirigí mi vista a sus labios y mordí los míos, necesitaba provocarlo.
-¿Ah, si?
-Creciste, ya no sos el nene de antes...
-Toda mi vida trate que me veas como alguien más que un nene o el hermano de tu mejor amiga -le susurré. No hacía falta que me hable más fuerte, ya que estábamos demasiado cerca.
-Que tonta fui...
y sin más me besó.
El beso era digno de un adolescente necesitado. Había probado labios muchos mejores, pero estos tampoco me desagradaban, me hacían sentir joven y libre. No pidió permiso para adentrarse a mi boca y tampoco para bajar sus manos a mi culo, lo apretó fuerte contra él. Mierda, el pendejo estaba necesitado.
-Pará... -hablé entre besos- Santi...
No dejaba de besarme, y aunque no me incomodaba, ya me estaba cansando. Cuando me separé para tomar aire, comenzó a besarme el cuello, lo que me demostró que Santiago no tenía problema en pasar a segunda base ahí mismo, hasta a una tercera quizás.
-Vamos arriba -lo interrumpí, haciendo que me mire.
-Tenes razón -dijo acercándose nuevamente para darme un beso corto, pero duro- .Vamos.
Así de fácil había sido encamarme con mi tercera y última victima. A pesar de todo, lo había disfrutado y me dejó satisfecha, no dudaba que se iba a repetir. Prendí otro cigarrillo mientras mi acompañante se recostaba en la cama y me miraba.
-¿No te arrepentís? -preguntó.
Busqué su camisa para ponermela y me senté en la cama de piernas cruzadas frente a él.
-No -puse el cigarrillo en mis labios y lo miré-¿Vos sí?
-Toda mi adolescencia quise cogerte Malena, nunca me arrepentiría.
-Igualmente -dije de una manera pausada-. No soy de esas chicas onda touch and go. No sé vos, pero soy más romántica.
-¿Qué significa eso?
-Significa... -me levanté para colocarme a ahorcajadas sobre él- que quiero seguir viéndote.
Comencé a moverme lentamente encima de Santiago, esto no tardó en provocarlo. Al no tener nada debajo de la camisa y él estar desnudo, la penetración fue casi al instante. Largué el humo en los labios de él para después besarlo pausadamente, a medida de que me iba moviendo cada vez más rápido. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, Santiago me agarró fuerte del culo y tiró más hacia él, provocando que me desahogue dentro, para después repetir lo mismo.
-Decime que estoy soñando -dijo entre besos.
-No lo estás lindo, soy real.
-¿Puedo probar si sos real?
-Haceme lo que quieras.
Una vez que conseguí que mi acompañante se durmiera, me cambie y me fui. Bajé las escaleras buscando a los chicos. Mis ojos chocaron con los de Matías, desaprobándome con la mirada, negó y la desvió. Su actitud provocó que frunciera el ceño ¿Qué carajos le pasaba? apresuré el paso hacia donde él estaba.
-¿Malena?
MIERDA.
No pude evitar maldecir cuando escuché esa voz femenina llamándome. Una de las personas que me había hecho sufrir, que me había cambiado, que había provocado todo mi dolor, se encontraba frente a mi. No pensaba soportarlo, no podía soportarlo, pero debería hacerme fuerte de una vez por todas, de alguna manera, antes de que caiga rendida de rodillas en el suelo. Llorando desconsoladamente hasta el cansancio.
No podía permitirme llorar, no justo ahora.
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Condenada por la Venganza
Teen FictionMalena Cantera llega a Buenos Aires después de dos años fuera, ya se sentía lista para volver. Los recuerdos la invaden, cada calle, edificio y rincón tenían su historia, que formaban su pasado que la atormentaba día y noche desde su huida. El moti...