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Capítulo Dos

Bajé de la cinta de ejercicios, sonriendo satisfecha. Había terminado la rutina. Cansada, tomé agua mientras observaba el gimnasio con detenimiento, en busca de mi entrenador. Cerré la tapa de la botella y volví a sonreír cuando encontré lo que buscaba, no dudé en acercarme.

—Terminé... Profe —sonreí cuando Nahuel se dio vuelta para mirarme.

—Bien, ya podes irte entonces —contestó, devolviéndome la sonrisa.

Claudia, la recepcionista, estaba hablando con Nahuel antes que llegara, y esa era una causa suficiente para que me mire de la manera en que lo hacía, tan cortante para mi gusto. En el horario de la tarde, lo que se llamaba ''horario de la siesta'' no se encontraba nadie en el gimnasio, al parecer las personas aprovechaban la mañana o tarde-noche para hacer las actividades correspondientes.

—Quería comentarte algo antes de irme —miré con detenimiento a Claudia, dándole a entender que estorbaba. Nunca nos habíamos llevado bien.

—Ahora vengo, Clau —contestó él, alejándose de ella. Me tocó la espalda para que camine y lo hice, lo seguí hasta que los dos ya no estábamos en el campo visual de la mujer y completamente solos.

—¿Así que linda? —pregunté acercándome peligrosamente a él. Refiriéndome al mensaje que me había mandado más temprano.

—¿Así que bombón? —levantó una ceja.

—Lo sos, siempre te lo digo —contesté directa— , pero a vos en cambio... te cuesta sacar esas palabras, que en realidad queres decirme.

—Male, tengo novia, lo sabes —negó, cerrando sus ojos.

—Sí, y sé quién es —afirmé, cruzándome de brazos— , pero las ganas que te tengo son más fuertes. Decime que vos no me tenes ganas y te dejo tranquilo.

—No puedo decirte eso —suspiró frustrado, como si le costara hablar— . Dame tiempo.

—¿Puedo ayudar? —pregunté acercándome otra vez.

—Male...

—Disfrutá —susurré, antes de besarlo.

Estaba comprobando, como Luna sabía muy bien elegir a sus candidatos. Nahuel besaba de una manera única, que te hacía llevar a otra dimensión, era un punto a su favor. El beso que comenzó tranquilo, se volvió desesperado cuando mi lengua entró en la boca de él, provocando que este afiance su agarre en mi cintura. Aproveché la situación para moverme lentamente, haciendo que el pobre chico se empiece a excitar, lo sentía.

—No podes hacerme esto boluda —susurró en mis labios cuando nos separamos a penas.

—Vos no podes hacernos esto —negué agitada, rozando sus labios.

—Dame tiempo, ya te dije.

—Está bien —me separé completamente de él—, espero que tu novia te pueda complacer esta noche—le dije, mirando su parte intima, sin discreción.

—Male...

—Me tengo que ir —lo interrumpí— .Trata de no pensar en mi cuando Luna te la chupe —le guiñé el ojo antes de irme.

Una vez que me encontraba en el auto, apoyé mi cabeza en el manubrio y suspiré. Definitivamente era un avance y me sentía bien con eso, aunque no tanto como me hubiera gustado. Luna, Agustina y Candela tenían que pagar por lo que habían hecho, ellas eran la razón por la que me había ido de Buenos Aires y había desaparecido prácticamente del mundo. Mi familia no sabía donde estaba, creyeron lo peor durante tres meses hasta que me contacté con ellos desde un pueblito Chubut en donde viví por los últimos dos años.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora