38

1.2K 91 1
                                    

Capítulo Treinta y ocho

La tensión y tristeza se habían esfumado, ya no había sollozos de melancolía, sino de felicidad y emoción. Iba a ser tía. Mí hermano y mejor amiga iban a tener un hermoso bebé que iba a amar con toda mi vida, ya lo hacía desde este mismo instante. Luna no tardó en empezar a contarme todos los detalles del embarazo, en dónde mi sobrino u sobrina estaba muy fuerte, estable y sano.

Las risas invadieron mi antigua habitación, cuando mi hermana entró cantando y bailando, provocando que ambas se ríamos. Me permití llenar mis pulmones de aire y expulsarlo en forma de alivio, me sentía de ese modo, aliviada.

El timbre de la casa sonó y eso hizo que me tense. Miré a Luna que había captado la indirecta y mi reacción. Me guiñó un ojo para darme fuerza, no tenía que ser tan evidente cuando Milagros se encontraba en la habitación. Ella sabía que habíamos estado viviendo juntos, con Valentín no había secretos y mucho menos ahora que estaban formando una familia, no hacía falta que se lo diga, lo sabía.

Bajamos agarradas del brazo, mientras Luna apretaba el mío, demostrándome que no estaba sola. Cuando lo ví, no pude sentir celos de quién estaba agarrando su mano, tenía ganas de saltarle encima y llenarlo de besos, pero no podía, debido a que se encontraba con su adorada novia, la que sí tenía derecho a hacerlo. Los saludé con indiferencia y me dirigí a la cocina, dónde mamá estaba preparando las distintas ensaladas para acompañar el asado.

—Esta chiquita está sola. Llamala Male —dijo Ana mientras dejaba de cortar los tomates para mirarme. No pude evitar reír y mirar a Luna, que tenía una sonrisa burlona en su rostro, aunque no se metió y siguió cortando la lechuga.

—No, gracias —negué apoyando la olla con agua en la hornalla para que se hiervan las papas.

—Andá a jugar con Pau, Mili —se metió finalmente Luna, para sacarme del apuro.

—No, es aburrida.

—¡Que malas que son eh... brujas!

Matías: Que linda que estás.

Tenemos que hablar.

Tengo que decirte algo urgente.

Me preocupé, cuando leí los mensajes. Había terminado de hacer las cosas que mamá me había mandado, por lo que me permití revisar el celular. Con un suspiro pensé, era evidente que no podíamos hablar urgente como él demandaba, estaba su novia en la casa.

Mi mamá dice que le hagas compañía a tu novia y que sos mal novio.

Ahora no, cuando lleguemos a casa.

Su respuesta no tardó en llegar.

Matías: Es urgente Male.

—¿Y las papas, Male? —preguntó mamá, interrumpiendo. Bloqueé el celular y lo volví a guardar, había sido un error sacarlo.

No tardé mucho en ver pasar a Matías. Él se había unido a mi papá y hermano para hacer el asado, pero su novia se encontraba en el living y no tardó en volver para acompañarla. Las risas provenientes del lugar donde se encontraban se hicieron presentes, no pude evitar apretar más el cuchillo que estaba utilizando. Sentía la mirada de Luna preocupada, pero en ningún momento giré a mirarla, me sentía estúpida.

Una vez que ya estaba todo listo, nos fuimos a sentar en el patio de la casa para esperar el dichoso asado. Me preparé un vaso de Gancia, porque el Fernet no me gustaba, y comencé a hablar con Valentín y Luna, ya que hacía mucho no compartía una conversación normal con ellos que no incluyan llantos y abrazos. Era gracioso ver en el rostro de mí hermano la sorpresa que esté compartiendo mucho más que miradas con mi ahora cuñada. Con Matías sí estaba compartiendo solo miradas, que no tardaba en desviar. Mi celular sonó nuevamente.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora