58

1.3K 74 2
                                    

ACLARACIÓN IMPORTANTE:

LA NOVELA FUE ESCRITA EN EL AÑO 2016 DONDE MI PENSAMIENTO ERA DIFERENTE. QUISE TOCAR UN TEMA TABÚ COMO LO ERA EL ABORTO NO TENIENDO LAS HERRAMIENTAS NECESARIAS PARA HACERLO. EN LA ACTUALIDAD, CELEBRO QUE CADA MUJER SEA DUEÑA DE SU PROPIO CUERPO Y HAGA LO QUE QUIERA CON EL. 

HABIENDO DICHO ESTO, PRECISO QUE LOS CAPÍTULOS SEAN LEÍDOS CON LA MIRADA CRÍTICA DE UN CONTEXTO DIFERENTE.

AHORA SÍ, DISFRUTEN DE LOS ÚLTIMOS CAPÍTULOS Y QUE SEA LEY 💚

Capítulo Cincuenta y Ocho

Estaba embarazada.

Estaba embarazada y esa era la realidad.

—Abortemos —solté de repente, con mis ojos llorosos. Temblando, levanté la mirada para encontrarme con la de Matías, que cambió su expresión de confundido, a una de horror y desilusión. Negó con la cabeza varias veces, antes de responder.

—Malena...

—No lo quiero.

Frustrado por mi respuesta, se agarró la cabeza y comenzó a tirar de sus pelos. Soltó un gran suspiro, dándose vuelta para no mirarme. Al cabo de unos segundos, volvió su cuerpo hacia mi para enfrentarme, sus ojos llorosos lo decían todo.

—Tenemos que hablarlo —dijo desesperado, con su voz acongojada.

—No vamos a hablar una mierda Matías —grité levantándome para hacerle frente. Él no iba a decidir sobre mu cuerpo, nada ni nadie podía interferir en mi decisión, no tenía derecho—. No lo quiero, necesito... sacarmelo —le dije disminuyendo mi voz, demostrando dolor.

—Tengo derecho yo también —negó confundido por mis declaraciones.

Nunca había mirado a Matías con tanta cara de odio como en este momento. Comencé a caminar para salir de la sala, negando con la cabeza. Cuando pasé por su lado, le pegué con el hombro, no se le movió ni un músculo. Caminé con paso decidido a la cocina, y no tardé en escuchar como venía detrás, traté de ignorarlo, no quería verlo, ni siquiera sentir su presencia.

Si nadie me ayudaría, lo iba hacer sola.

Los gritos de él comenzaron a aturdiarme cuando agarré de uno de los estantes, una cuchilla. Era la única forma que tenía de defenderme, que nadie me diga nada, de amenazar. Temblando, dirigí mi mirada continuamente desde Matías al artefacto entre mis dedos. Tragué saliva, esto era terriblemente difícil.

No lo quería, eso estaba en claro. Un producto de una violación regía en mi estómago. Un pedazo de esos hijos de puta estaba ahí, sin siquiera saber con claridad de quién era. La situación me estaba superando, superaba todo hecho y desmoronaba toda mejoría que había tenido en el último tiempo. No me sentía apoyada en mi decisión, no sentía que alguien pueda ayudar, era algo que yo misma tenía que hacer, tenía que tomar mis propias decisiones, tomar las riendas de mi vida y hacer con lo que se me plazca. No era Milagros, no era Juan Cruz, era un adulto responsable haciéndome cargo de los actos, haciéndome cargo de la manera que sabía y podía hacerlo.

—¡Malena, solta eso! —me gritó firme, tomando la autoridad en la relación, como muy pocas veces lo había hecho.

—Alejate —mascullé, levantando el cuchillo temblorosa hacia él. Me sorprendí ante el acto, la bronca comenzó a correr por mis venas.

—¡¿Estás enferma?!

Los minutos en dónde nos miramos, sin saber ninguno de los dos cómo actuar, se hicieron eternos. No solamente por él, con el miedo a mí reacción, sino también conmigo, que no sabía cómo seguir. Estaba confundida, ya no veía claro.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora