8

2K 138 10
                                    

Capítulo Ocho

Había terminado el último parcial del cuatrimestre, solo tenía que esperar una semana para saber los resultados y así poder empezar mis merecidas vacaciones.

Caminando con sumo cuidado para que las cosas no se me caigan, salí de la facultad con una sonrisa, por fin era viernes. Mientras caminaba por el estacionamiento para encontrar el auto, vi como una persona casi idéntica a mi se estaba acercando, disminuí el paso por los nervios que esto me provocaba.

—Hola —saludó Valentín cuando pasó por mi lado, pero no se detuvo aún así.

—Hola —respondí en un susurro.

Hacía más de dos semanas que no nos hablábamos, no me gustaba estar de esta forma con él, lo extrañaba. Valentín siempre había sido muy orgulloso y de un problema mínimo podía hacer una gravedad por el simple hecho de no aclararlo, pensaba lo que quería por maquinarse de una manera que hasta a mi me resultaba difícil entender.

A paso lento y desganado subí las escaleras que daban al departamento, abrí la puerta con llaves y me tiré en el sillón, cansada. Suspirando, agarré el celular y comencé a ver mis redes sociales, ya no quedaba más nada para estudiar por lo que no tenía nada que hacer, aunque solo quería dormir una larga siesta, que merecía. Cuando estuve a punto de dejar el celular, comenzó a vibrar indicándome que había recibido un mensaje.

Santiago: ¿Nos vemos?

Santiago había sido un gran escape el último tiempo, ya que con mis dos objetivos restantes, estaba enojada. A pesar de todo, tenía dignidad y sentía la necesidad de marcar que conmigo no se podía jugar, que aunque fueramos amantes, no era segunda opción de nadie. Ni mucho menos, una muñeca inflable en la que podían descargarse.

Dale ¿Dónde?

Santiago: No hay nadie en mi casa ;)

Pensé en todas las posibilidades de cruzarme a Candela, en que su mamá llegara y me vieran teniendo sexo con su hijo, pero merecía divertirme, por lo que no lo pensé mucho más y agarré las llaves del auto para irme.

Me gustaba tener un orden en mi vida, era muy organizada y siempre sabía qué hacer, pero muchas veces era impulsiva, demostrando que era capaz de todo, arriesgándome a cualquier cosa, el punto medio no existía en mi.

—Te noto rara —habló pasándome el cigarrillo que anteriormente había pitado.

—Estoy bien —contesté aspirando— , cansada nada más, la facu me está matando.

—No me digas, eso que el año que viene empiezo...

—Disfruta sexto y dejate de joder.

—No te das una idea de lo que lo disfruto.

—Ni me lo digas, debo ser una entre tantas.

—No voy a negarte que me cojo a otras —dijo acercándose— , pero vos me podes mucho más que cualquiera.

—¿Eso quiere decir que no soy una más?

—Para nada...

—Así me gusta —lo besé, para volver a repetir lo que habíamos terminado de hacer minutos atrás.

Llegué a casa por segunda vez en el día, lentamente me fui sacando la ropa mientras entraba a la pieza e iba al baño. Entré a la ducha y relajé mis músculos, había sido un día largo, necesitaba recuperar fuerzas. No tenía noción de cuanto tiempo estuve bajo la lluvia, pero fue suficiente como para que el agua se enfríe. Una vez cambiada, me senté en el sillón y busqué en mi cartera un cigarrillo, lo prendí apoyando la espalda en el respaldar del asiento.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora